ESTRATEGIA ASFIXIANTE Y PELIGROSA
La izquierda no cede. Sus angustiados capataces desde sus apartamentos y fincas ven como naufraga la estrategia de recuperación del poder en la Región, iniciado con la toma de las calles a finales del 19. Se proclamó entonces “la brisita bolivariana”. Un año después y pandemia de por medio, en Chile no es claro que la izquierda vaya a lograr su constitución tal como lo proclamó mientras quemaba iglesias y saqueaba supermercados; en Perú, la balanza se inclina fuertemente hacia la Fujimori ante un Pedro Trujillo confuso y penalmente indiciado por mentiroso; en Bolivia, Evo Morales perdió bases electorales en más provincias de las esperadas y en Ecuador, el Visir del Sátrapa Correa, no cuajó. Queda Colombia, la “joya de la corona”. El asedio a su sociedad y el ataque a sus Fuerza militares, que vienen desde 1948, continuará a pesar de la corrección de errores cometidos y la apertura al diálogo por parte del Gobierno.
Lo sucedido en Cali es solo una mínima muestra de lo que puede suceder en todo el país con la estrategia de la “regionalización del conflicto”, pero también es un asomo peligroso de una reacción espontánea e incontrolable de una comunidad hastiada, en un país en donde se calcula hay mas de dos millones de armas de fuego circulando ilegalmente.
41 asociaciones de militares y policías retirados, reunidos alrededor de ACORE (Asociación colombiana de Oficiales de las Fuerzas Militares en retiro), lo advirtieron en un reciente comunicado a la Opinión Pública: “Advertimos graves riesgos de rechazo social violento por parte de la gran mayoría de ciudadanos cansados de tantos actos violentos absurdos que están causando desabastecimientos, crispación, aumento de la crisis pandémica y muertes”
UNA BATALLA VIRTUAL PERDIDA
Con una sociedad agobiada por el desempleo y la pobreza, airada por las imprudentes propuestas fiscales del gobierno y manipulada por una minoría violenta, las redes sociales y los medios masivos le vendieron al mundo la matriz de opinión de un gobierno dictatorial -alguien lo comparó con el de Birmania- y una policía masacradora de inocentes protestantes. Esa simplificación estandarizada por cuenta de quienes están detrás de todo el entramado, cómodamente sentados frente a sus pantallas, forma parte de la estrategia de desestabilización. Plataformas desde Bangladesh, Corea y China diseminan una realidad virtual que poco tiene que ver con la realidad real de una minoría violenta y una mayoría expectante. La propia ONU, la OEA, la Unión Europea, el Parlamento alemán, el New York times y los matasiete de siempre, como Vivanco, han desconocido vulgarmente la realidad de los policías asesinados a cuchillo, de las instrucciones de “ofrecerles café con veneno” a los policías, del intento de quemarlos vivos en sus cuarteles.
Otro punto que advierten los militares y policías retirados de ACORE en su comunicado, es el relativo a la intervención extranjera en la crisis colombiana: “Rechazamos cualquier intervención extranjera, provenga de donde provenga, que a través de redes sociales o medios cibernéticos, apoye las acciones de perturbación y desestabilización del país y difunda falsas informaciones para crear un ambiente internacional hostil al gobierno elegido democráticamente y las Fuerzas Armadas legítimas y legales de Colombia.” 24 horas después de este pronunciamiento, Bogotá expulsó al primer secretario de la Embajada de Cuba por actividades indebidas; hace cuatro meses expulsó a dos espías rusos; hace poco menos de un mes, un avión ruso de inteligencia violó el espacio aéreo colombiano a la altura de la Guajira y la presencia de venezolanos en las células de terrorismo urbano, es frecuente. Esto confirma el plan que se está aplicando al país, certificado por el propio Maduro en una alocución televisada.
El objetivo proyectado de esta renovada intentona, será la defenestración de Duque, la anulación del Congreso y la instauración de un nuevo gobierno popular, de un nuevo Estado.
Ante esta perspectiva, un ilustre venezolano amigo, mirándome burlonamente, me recordó: “No vale, no te creo”.
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