Las recientes violaciones del espacio aéreo fronterizo por aviones militares venezolanos, fueron denunciadas desestimando los frecuentes incidentes de este tipo que se han manejado por los gobiernos colombianos desde hace muchos años discretamente, casi con desdén.
La razón para esta alarma actual es el contexto político de ambos países. Los dos presidentes han logrado elevar en algo su imagen a tono con el escalamiento verbal sobre el cierre de las fronteras. Es un juego de riesgo calculado pero muy peligroso, pues en cualquier momento alguien puede toser fuerte y generar un zafarrancho. Para Venezuela, embarcarse en una guerra con Colombia sería su debacle, tanto en el entorno político internacional como en su desbaratada economía interna e implicaría una pérdida mayor del sustento político de base a la nomenclatura del PSUV. Para Colombia, sería un fracaso total y desvergonzado de su pobre política exterior.
Si bien la experiencia y espíritu de nuestros soldados sobrepasan con mucho los de los vecinos, Venezuela siempre ha tenido y tiene un mejor equipamiento militar naval, aéreo y terrestre. Al respecto, el exministro de Defensa venezolano, general Ochoa Antich ya ha manifestado sus dudas sobre la real situación operacional de la fuerzas militares chavistas, convertidas, de acuerdo a los designios de los Castro y a la estrategia del Foro de Sao Paulo, en una guardia pretoriana encargada de defender a perpetuidad el gobierno socialista. Mover tanques, misiles y tropas a la frontera, algo que ya sucedió en 2008, no es nada tácticamente fácil, a lo que hay que agregar que ahora son tanques rusos T-72 con operadores y comandantes sin experiencia: varios se hundieron en ríos fronterizos durante prácticas de entrenamiento. Recordemos que los aficionados hablan de guerra mientras los profesionales de logística y la logística es, precisamente, la gran falla del Estado venezolano. De este lado, los batallones de ingenieros de contramovilidad y de artillería antiaérea previstos por gobiernos anteriores se quedaron en proyectos, mientras nuestros barcos de guerra andan en el océano Índico protegiendo naves comerciales de piratas somalíes y nuestros k-fir se caen sin prisa pero sin pausa.
Si bien una guerra colombo-venezolana es improbable, un rifirrafe fronterizo no se puede descartar en el interés de mantener la tensión en el interior de cada país, distrayendo la ciudadanía de los aspectos vitales en desarrollo en ambas naciones: elecciones en diciembre en Venezuela y Acuerdos con las narcofarc en Colombia. Los intereses nacionales de Estados Unidos, que le compran más de 700 mil barriles diarios de petróleo a Venezuela, podrían ayudar a definir el asunto, con consecuencias políticas para toda la región. Colombia esperaría que el tío Sam esté de su parte aunque, recordemos, los pragmáticos gringos tienen intereses antes que amigos.