OPINIÓN: LIMANDO UÑAS CON UN MARTILLO. JOHN MARULANDA Destacado
Un alcalde recientemente elegido ha declarado a los cuatro vientos que arreglará la situación de inseguridad de su ciudad “metiendo el Ejército a la calle”. Creer que con visibilizar los soldados en las esquinas, como explica el ministro de Defensa, los delincuentes se cohibirán de hacer lo suyo, es una ingenuidad. Es, además, un craso y repetitivo error de administradores públicos poco serios, un desvarío politiquero, no solo inefectivo sino dañino.
Ni entrenados, ni equipados para enfrentar narcomenudeadores, rateros, ladrones, atracadores, fleteros y sicarios, nuestros soldados, sin ninguna protección legal, serán víctimas de estos delincuentes o serán encarcelados por uso desproporcionado de la fuerza, sin contar con el daño colateral propio del uso de armas de guerra. Y como siempre, los gobernantes irresponsables abandonarán a los militares frente a la justicia.
Los soldados no son policías y aun para enfrentar la principal amenaza actual contra el Estado, el crimen organizado transnacional, el narcotráfico, las Fuerzas Militares requieren una legislación especial, un entrenamiento específico y un equipamiento particular.
Este paliativo ya fue probado temporalmente por el chavismo sin resultados y a pesar de que Venezuela es el segundo país en secuestros del mundo, después de México, en donde los militares están en las calles, y Caracas la segunda ciudad con homicidios del mundo, detrás de San Pedro Sula en Honduras, en donde también han sacado en vano al Ejército a la calle para combatir las Maras, los soldados bolivarianos no cuidan las ciudades.
Morales, Correa, Ortega, Rousseff, también lo han intentado y han devuelto los soldados a donde pertenecen, a cumplir las funciones que les competen en un Estado organizado, aunque como dijo el general Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional de México, una vez los militares en la ciudad: “¿Quién toma la decisión de que (...) regresen a sus cuarteles ante la exigencia de la sociedad que sigamos estando en las calles para protegerlos?”. Unidades de Policía Militar, sin embargo, adecuadamente entrenadas y equipadas, podrían ser de alguna utilidad en apoyo a la policía para enfrentar la inseguridad ciudadana urbana.
Algo que se va a lograr con esta decisión es desprestigiar la institución más apreciada de los colombianos, a menos que esa sea la intención velada de políticos celosos. La seguridad ciudadana mejorará con un aparato de justicia serio, efectivo e incorruptible, con una policía integérrima, tecnificada y bien paga, pero sobre todo con una moralidad ciudadana sólida, algo casi imposible en la Colombia actual. Sacar los soldados a la calle es una fórmula sonora que ha demostrado ser ineficiente y dañina. Es como limarse las uñas con un martillo.
Una alcaldada al viejo estilo parroquial de políticos poco interesados en arreglar de verdad el asunto de la inseguridad ciudadana.
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John Marulanda
Consultor Internacional en Seguridad y Defensa
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