Esa es la pregunta que hoy se hacen muchos en Venezuela y en varios países de la región. La situación política, social y económica está en uno de sus peores momentos y ya se empieza a hablar de una salida constitucional del mandatario. Vienen días decisivos y de mucha turbulencia que pondrán a prueba al “socialismo del siglo XXI” del chavismo.
Han sido muchas y continuas la advertencias, desde diversos sectores, de un desastre humanitario o de una violencia generalizada en Venezuela. Un balance de la situación actual parece darle fundamento a tales augurios: escasez, que bordea el 85%, de los alimentos básicos y el 90% de drogas y medicinas; la inflación más alta del mundo (180.9% según cifras oficiales y pronósticos de que puede llegar al 500-700% este año), inseguridad rampante que ha colocado a Caracas, con 119.87 homicidios dolosos por cada 100,000 habitantes, como la ciudad con mayor número de asesinatos en el mundo, después de San Pedro Sula en Honduras. Corrupción descarada (4.200 millones de dólares en el banco de España-Andorra a nombre de viceministros y familiares de altos funcionarios chavistas, por citar un caso reciente) y otros desafueros que ponen al gobierno actual dentro de un marco de inviabilidad política y al país en un escenario de desarraigo institucional.
El PSUV, como se advirtió, entró en un torbellino de inculpaciones, salvamentos de responsabilidades, revisionismos y autocriticas. Como siempre ha sucedido en los regímenes de corte autoritario, en donde una camarilla maneja el poder a su antojo y beneficio, la nuca de la cabeza mayor empieza a ser aceitada con santos oleos. Tanto la Asamblea Nacional opositora como segmentos gobiernistas y amplios sectores de la opinión pública, piden la cabeza de Nicolas Maduro. La última encuesta de Datincorp dice que el 72% de los venezolanos se quieren deshacer del presidente que habla con pajaritos mientras timonea un barco que naufraga.
¿Solucionará la salida de Maduro la agonía por la que atraviesan los venezolanos? Cualquier lector sabe que no. Que el problema principal no es Maduro sino el sistema económico-político del llamado socialismo del siglo 21, montado hace 17 años por un coronel apasionado pero desinformado.
El episodio que se ve venir, la salida de Maduro, concentra las apuestas más fuertes: puede abandonar el poder y salir por la puerta de atrás en un vuelo discreto hacia alguna isla del Caribe, algunos dicen que su destino podría ser Rusia, otros mencionan, quien lo creyera, Colombia, en compañía de la “primera combatiente” Cilia Flores. Podrá ser destituido por la AN. Podrá ser suspendido por el pueblo en un referéndum revocatorio o ser defenestrado por los militares.
Cualquiera que sea el fin de este presidente, el drama venezolano entrará en una nueva escena que poco tendrá de alivio inmediato a los pesares y angustias del ciudadano común, otrora fervoroso devoto de Chavez y hoy pauperizado hacedor de colas interminables para conseguir…lo que pueda haber en los anaqueles.
Mucho se habla de los militares. Que están con el gobierno; que solamente la cúpula apoya al gobierno que la tiene corrompida con burocracia y mucho dinero; que los cuarteles están a punto de rebelarse; que saldrán o que no saldrán a la calle a dispararle el pueblo cuando inicien las protestas; que, en fin, serán quienes definan el rumbo que tome el país. Mientras los militares están en el ojo crítico de todos los analistas criollos y extranjeros, la comunidad internacional luce apática frente a la tragedia que se está desarrollando en esta nación petrolera en donde los negocios, a pesar de la crisis, no parecen detenerse: el pasado 20 de febrero, PDVSA firmó un contrato con la rusa Rosneff para la explotación de 3 yacimientos gasíferos en las costas venezolanas, con una producción estimada de 25 millones de metros cúbicos diarios.
No es de extrañar: en medio de la guerra en Siria, el Estado Islámico sigue explotando y vendiendo petróleo a Turquía y en medio de la anarquía en Libia, el petróleo continúa fluyendo de sus pozos.
Ni la OEA ni muchos menos los organismos chavistas Unasur, Celac, el Alba ni Petrocaribe, harán nada. Desde septiembre del año pasado, Maduro en la ONU rechazo enfáticamente el intervencionismo extranjero en su país, entretanto la Guardia Nacional renovaba sus dotaciones de gases y equipo antimotines comprados a Brasil y España y estrenaban 100 carros antimotines chinos. La Fuerza Aérea anunció que comprará cinco aviones de ataque a China, que, dicho sea de paso, le ha negado al gobierno chavista un periodo de gracia para el pago de una deuda superior a los 50 mil millones de dólares. Y Arabia Saudita, luego de acordar con Rusia, Qatar y el propio Venezuela congelar su producción petrolera para intentar una recuperación de precios, a los pocos días informó que no reduciría su producción colocando a OPEP y a Venezuela en entredicho.
Con todo, las probabilidades del colapso del gobierno venezolano, no son tan inminentes como alguna prensa internacional lo anuncia a diario; la salida de Maduro se advierte cercana, pero el sufrimiento del pueblo venezolana aún tiene oscuros trechos por los cuales transitar y las posibilidades de una confrontación nacional entre constitucionalistas y revolucionarios se huele en el ambiente: las noches en Miraflores y Fuerte Tiuna son más largas y lentas que antes.
En Caracas, se han incrementado las acciones violentas y armadas de las bandas criminales que arrojan granadas por doquier, de los “colectivos” chavistas que asaltan los camiones de Polar diariamente y del Frente Bolivariano de Liberación Nacional (FBL) o “Boliches” que ha venido detonando bombas panfletarias. Los textos de sus volantes llaman a “prepararse para los enfrentamientos”. El pasado sábado 20 de febrero, dos artefactos estallaron dentro de Fuerte Tiuna, con volantes exhortando a los militares “a no ser cómplices de un gobierno y un alto mando de delincuentes que destruyen el país”.
Los riesgos de expropiación y nacionalización de las empresas privadas que subsisten son mayores hoy y las posibilidades de un rifirrafe fronterizo con Colombia aumentan. Guyana, en donde Exxon Mobil encontró petróleo en la franja que Venezuela reclama como suya, acaba de obtener unánime respaldo de las 15 naciones del Caricom, a sus pretensiones territoriales del Esequibo.
Los venezolanos, otrora ricos y ufanos, amanecen cada día más avergonzados de haber caído a tales niveles de carencias y desgreño debido a su ignorancia o a su apatía y tratan de mantener un poco de dignidad. En un importante hotel, desayunaba con un buen amigo caraqueño. Llegado el momento del café, el mesero lo sirvió y nos advirtió: ‘mire, que pena pero no tenemos leche”. A lo que mi amigo, sonriendo, le replicó: “Pero tenemos Patria”! Los tres reímos.
Especial para Confidencial Colombia. Desde Caracas | Febrero 24, 2016N. de la D.
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