En esta nueva-vieja violencia callejera latinoamericana sobresale el uso de redes sociales como sistemas de motivación y convocatoria y la actitud defensiva, pasiva de la Fuerza Pública que muchas veces prefiere correr que enfrentar a los violentos. En Perú, Ecuador y Colombia, algunos venezolanos han estado involucrados activamente en los recientes motines.
En Ecuador, el presidente Moreno acusó a Maduro y Correa de promover la desestabilización de su país y ante la posibilidad de un desorden mayor en Quito trasladó la sede del gobierno a Guayaquil, hacia donde se dirigen los indígenas indignados. Para el analista ecuatoriano Mario Pazmiño “Después de la reunión del Foro de Sao Paulo en Venezuela, en julio, los tradicionales grupos terroristas han anunciado el reinicio de sus actividades: Sendero Luminoso en Perú, AVC en Ecuador, Farc en Colombia”.
En Colombia, llama la atención la concurrencia de renovados ataques al Ejército en Catatumbo, Arauca, Cauca y Chocó con protestas en las principales ciudades del país, en donde actúan seis células “revolucionarias” financiadas por narcotráfico y oro contrabandeado desde Venezuela. Algo ladra en la región y lo único que nos faltaría, es que agentes del madurismo, entrenados por cubanos e iraníes, se integren a esas células de terroristas, haciéndole la segunda a los narcos farceln en su nueva estrategia de guerra. ¿Es todo esto la “brisita bolivariana” que anunció Diosdado Cabello hace pocas horas?
Las autoridades judiciales, policiales y militares, deberán responder a este nuevo reto y prevenir una desestabilización mayor. Ya se sabe que la turbamulta es una llama que empieza en un parque y termina en un ruinoso incendio generalizado. Los comunistas son expertos en esta técnica y lo que logren en Carondelet servirá para consolidar con Miraflores, la tenaza sobre Colombia.
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