Transparencia Internacional declaró desde Berlín que los dos países más corruptos del mundo son en su orden Colombia y México, ambos coligados por el narcotráfico. La estadística, no del todo mentirosa, le da pienso a quienes, con la excusa de la corrupción, quieren imponer sus quiméricas ambiciones a punto de pedradas y garrotazos, mortificándonos y atemorizándonos a todos. Esos estudiantes vándalos forman parte de la estadística, pues debieran estar estudiando y aprendiendo. Pero son producto de profesores fecodianos, corruptos a su vez, ya que en quince años no han podido sacar la educación nacional de su desbarajuste, como lo atestiguan las pruebas Pisa. Además de corrupción soportaremos terroristas suicidas, pronostica un ex fiscal general, si bien por estos lares mejor preso por corrupto que en átomos volando (lo de Ricaurte en San Mateo en 1814 fue un accidente: dicen que fumaba mucho). La posibilidad de que en Colombia surjan los hombres o mujeres bombas es exótico, a menos que desde Venezuela lo ordenen a Hezbolá, organización de moda por estos días. Nuestros temperamento, cultura y educación, minimizan tal probabilidad, aunque el suicidio en general aumenta y que derive hacia ese tipo de sociopatía homicida, no es descartable con la bobería que las redes sociales inoculan a nuestros jóvenes. Por ahora el suicidio evidente es el colectivo, al elegir alcaldes populistas que nos llevarán a una gran inseguridad pública afectando cualquier plan de desarrollo y turbando el horizonte de tranquilidad al que todos aspiramos.
La corrupción nos carcome, enrumbamos al desorden social y para rematar somos pusilánimes. Persisten los comentaristas, clérigos, “analistas” y uno que otro empresario que promueven y pretenden diálogo con los palurdos castristas narco elenos que insisten en asesinar, extorsionar, dinamitar, mientras sus cabecillas toman mojitos en la Habana. Sus quintacolumnistas nos quieren hacer creer que van a cesar en su locura marxista-leninista para ingresar a la farándula timochenquista. Esperaríamos una sería respuesta de Estado a Cuba y una acción contundente de nuestra FFPP contra ese narcocartel, que apoyado por Miraflores, controla Arauca, parte del Catatumbo y se está apoderando del Pacifico, mientras sus urbanos pichones de terroristas, encubiertos por la “legitima protesta social”, vilipendian y debilitan a nuestros policías, convirtiéndolos en rey de burlas y propiciando algún accidente como el de Dylan para mitificar otro mártir que muestre “la brutalidad policial”.
Mayores productores de cocaína, corruptos, candidatos a suicidas, con la inseguridad disparada y, además, parecemos pendejos.
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