Propone el Presidente Santos que se modifique la Constitución para prohibir la figura de la reelección, aumentando uno o dos años al período de los futuros mandatarios. Sin que esto último nos parezca saludable, toda vez que no todo gobierno es bueno y la prolongación de los malos gobiernos no es lo mejor que se nos puede ofrecer a los colombianos, la supresión de la reelección es saludable.
Un período presidencial de cuatro años se interrumpió de manera abrupta en 2004 con nombre propio y, a ciencia y paciencia de la Corte Constitucional, fue roto el principio de equilibrio entre las ramas del poder público, y se causó un daño enorme a la institucionalidad.
Los amigos de la reelección dijeron que modificarían “un articulito”, pero en realidad quebraron la estructura jurídica del estado colombiano, concentraron el poder en manos del Presidente de la República, acabaron con los frenos y contrapesos y desconocieron la igualdad entre los candidatos.
Fue una verdadera contrareforma, por cuya virtud los gobiernos quedaron al servicio de la campaña presidencial del respectivo Presidente y se estimuló como nunca antes la politiquería y el clientelismo.
Sin desconocer que el Jefe del Estado actual, reelegido hace un mes, se contradice al criticar la reelección, pienso que la figura es nefasta, y que debe ser erradicada, en la presidencia y en todos los cargos de la rama ejecutiva y en los organismos de control.