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AUSENCIA DEL ESTADO

12 Mar 2013
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POR TERESA CONSUELO CARDONA 

 

Las políticas públicas en generación de empleo en los últimos años han sido fallidas. El Estado no ha hecho presencia para proteger a los trabajadores, como sí para reducir impuestos a los empleadores que abusan de sus empleados.

 

Mantener la autoridad estatal exige que ésta no sea desafiada por personas o grupos organizados, en virtud de que el Estado haga su presencia, consolidándose como autoridad legítima y legal. La presencia del Estado tiene múltiples manifestaciones, algunas tangibles y otras no. Entre las más visibles está la prestación de los servicios básicos a que tiene derecho un ciudadano y la regulación de los detalles económicos que les dan a los ciudadanos los equilibrios necesarios para su existencia digna. Sin duda alguna, una de las tareas coyunturales más importantes del Estado, lo constituye su capacidad y autoridad para dirimir los conflictos entre los ciudadanos, acudiendo siempre a la ley como marco de referencia, juzgando y castigando a quienes la infringen y más que nada, evitando que los problemas se acrecienten.

En teoría, eso está claro. Pero la práctica difiere mucho de esas nociones.

En Palmira, por ejemplo, el cumplimiento de la ley, deja de ser un límite del ordenamiento social, para terminar en un asunto de libre interpretación. La presencia del Estado, que no es la presencia de funcionarios públicos, ha sido un problema serio, que ha demostrado su expresión en, por ejemplo, la invasión de diversos territorios por grupos al margen de la ley. Esos grupos van desde guerrillas hasta paramilitares, pasando por narcotraficantes, mafiosos, extorsionistas y delincuentes organizados. Esa cesión de territorio ha dejado graves consecuencias difíciles de afrontar, como asesinatos, masacres, destierros, desplazamientos, y una herencia de dolor, desconfianza, desengaño, suspicacia y ausencias en las responsabilidades políticas de los ciudadanos. Parece un asunto atribuible a la historia de Colombia, pero es un asunto del presente.

Recientemente, el comandante de la Estación de Policía de Tienda Nueva fue asesinado en una acción adjudicable al cumplimiento de su labor. Fue un hecho en el que hombres armados, no identificados, tuvieron una actitud sospechosa. El policía, con una hoja de vida impecable, responsable totalmente de sus actos, enfrentó el asunto y, aunque neutralizó a los supuestos delincuentes quitándoles la vida, también perdió la suya. Hubiéramos preferido un final diferente, pero es la realidad en la que vivimos.

En consecuencia, según informó uno de los patrulleros de la estación, la comandancia de Palmira decidió que después de las 6:00 p.m. los agentes de policía no deben salir a atender ninguna situación en la región. Como quien dice, que la comandancia ordenó "vender el sofá". Y para proteger la vida de sus hombres, desprotege la vida de miles de habitantes de la región, que estarían expuestos a cualquier delito.

Cada semana, motociclistas de varias procedencias se enfrentan en competencias de velocidad, que popularmente se denominan "piques"; lo hacen en la vía que de Tablones conduce a Los Ceibos, sin que medie la presencia de ninguna autoridad. No es una competencia inocente, ya que se hacen apuestas fuertes en torno a los participantes, lo que genera tensiones y peligrosas relaciones que pueden desatar tormentas armadas. Pero al dar aviso a las autoridades, la respuesta que se recibe es que ellos no pueden desacatar la orden dada en Palmira.

 

Tranquilamente, una persona de la región puede interpretar esa ausencia del Estado como una advertencia para tomar sus propias medidas de seguridad, y ya todos sabemos lo que sucedió la última vez que en Colombia se les dijo a los propietarios rurales que debían armarse si querían conservar su integridad.

Ante una situación como ésta, en la que la policía no actúe oportunamente, es muy fácil que cualquier persona o grupo organizado desafíe al Estado, tome la justicia en sus manos y empiece a hacer su propia versión de la ley, constituyéndose en autoridad.

Resuena, sin embargo, el hecho de que el Estado sí haga presencia en el aumento del cobro de los impuestos. Aunque las autoridades municipales hayan dado unas explicaciones vagas al asunto, queda claro que hay un profundo desequilibrio en la interpretación que el gobierno hace de la presencia del Estado. Anuncia a través de una de sus funcionarias que puede probar que las tarifas se han mantenido, pero no responde a las preguntas que, con pruebas reales en la mano, demuestran lo contrario. Tampoco se puede responder juiciosamente a los interrogantes que la comunidad hizo en torno a los criterios de evaluación que se aplicaron, y en torno al hecho, por demás cierto, de que los afectados son, justamente, quienes mejor comportamiento y responsabilidad han demostrado con la ciudad, pagando año tras año sus impuestos. Las políticas públicas en generación de empleo en los últimos años han sido fallidas. El Estado no ha hecho presencia para proteger a los trabajadores, como sí para reducir impuestos a los empleadores que abusan de sus empleados.

Algunos miembros del Estado, en su terna legislativa, están más preocupados del supuesto cumplimiento de la ley que del análisis de las consecuencias que sobre sus electores tengan las medidas tomadas. Es decir, algunos concejales se escudan en que deben salvarse de un posible juicio, cuando en realidad están furiosos porque el pueblo no se resignó a sus decisiones arbitrarias.

Aquí se presentan sólo dos ejemplos de la falta de presencia del Estado, pero es sabido que son muchos más. Creo que es hora de que los ciudadanos, tal como lo hicieron el pasado viernes en el recinto del Concejo Municipal, empiecen a valorar la diferencia entre la presencia del Estado y la presencia de los funcionarios del Gobierno. La segunda no sustituye a la primera.

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(*) Periodista, Comunicadora Social, especialista en Gestión Política, Doctorado en Ciencias de la Comunicación. Clasificada en Categoría A1, por Colciencias (COL).

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POR RENAN VEGA CANTOR

REBELION

 

 

"La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida."

José Martí

 

El martes 5 de marzo de 2013 quedará en la historia de este continente como el día en que falleció el comandante Hugo Chávez Frías, presidente constitucional de Venezuela, un revolucionario a carta cabal de nuestra América, cuya imagen, ideal, y proyecto ya forman parte de la legendaria constelación de luchadores antiimperialistas y anticapitalistas de este lado del planeta.

En esta hora de profundo dolor para los luchadores del mundo, es necesario recordar el carácter revolucionario de la vida y obra de este líder de Venezuela, con independencia de las incertidumbres políticas que el futuro inmediato le depare a ese país y a toda Latinoamérica, por la temprana desaparición física de este notable personaje.1
Sin pretender ser exhaustivo en momentos en que la tristeza nubla el pensamiento, basta mencionar algunos de sus aportes revolucionarios. Para empezar, la figura y proyecto de Hugo Chávez emergieron cuando el neoliberalismo –es decir, el capitalismo realmente existente- se pavoneaba orondo por nuestra América y por el mundo, sin desafíos ni obstáculos a la vista, enceguecido por las falacias del “fin de la historia” y el “choque de civilizaciones”, propagadas por el imperialismo estadounidense y sus súbditos locales. Este neoliberalismo venía acompañado de la retórica de la globalización, como una supuesta realidad irreversible ante la que nada se podía hacer y a la que debían someterse los países, lo que significaba en la práctica aceptar el dominio de las Empresas Transnacionales y soportar como algo normal el saqueo de los recursos naturales.

Eran los momentos de borrachera, euforia y esplendor del “nuevo orden mundial”, que había sido proclamado por George Bush padre luego de la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) y la disolución de la Unión Soviética (1991) y que había conducido en Estados Unidos al apogeo de la “nueva economía” durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001), y a suponer que esa efímera prosperidad especulativa, basada en la burbuja punto.com, iba a ser eterna.

Pues bien, para el imperialismo esa borrachera se convirtió en una amarga resaca cuando en Venezuela se empezaron a producir notables cambios a partir de 1998, año en el que Hugo Chávez ganó las elecciones y convocó a una Asamblea Constituyente que puso fin al dominio bipartidista del punto fijismo y cuestionó el modelo neoliberal que había hundido en la miseria a la mayor parte de los venezolanos. El primer aporte revolucionario de Hugo Chávez estriba, entonces, en haber nadado contra la corriente, en instantes en que nadie se atrevía a hacerlo, y todos aceptaban como evidente al fundamentalismo de mercado, la globalización y el Consenso de Washington. Cuestionar el neoliberalismo y embarcarse en un proyecto diferente, visto en perspectiva histórica, se convirtió en un hecho revolucionario porque rompió aguas en medio de la aceptación sumisa del orden existente. Eso supuso en la práctica que desde Venezuela se impulsaran propuestas encaminadas, por ejemplo, a rediseñar a la Organización de Países Exportadores del Petróleo (OPEP), lo que conllevó la recuperación del precio del crudo para los países petroleros, algo que hasta ese momento se consideraba como herético, porque supuestamente los precios de las materias primas no podrían subir porque así lo determinada el “mercado”.

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En segundo lugar, y acompañando a lo anterior, el discurso y la práctica de Hugo Chávez asumieron una postura antiimperialista, porque rápidamente se evidenció que Estados Unidos – en concordancia con su vocación histórica de considerar a nuestro continente como su “patio trasero”- no tolera ninguna política nacionalista, soberana e independiente y está dispuesto a hacer todo lo que sea para liquidar a los líderes y gobiernos que se atrevan a cuestionar su hegemonía. Y, efectivamente, en la medida en que el proyecto bolivariano en Venezuela planteaba una recuperación de la soberanía nacional y energética y proponía políticas redistributivas de tipo interno, inmediatamente los intereses coaligados de las clases dominantes locales y los de Estados Unidos entraron a operar para impedir la consolidación de ese proyecto, como se ha evidenciado durante estos 15 años, pero cuyos hechos más evidentes fueron el fallido golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero de PDVSA entre finales del mismo año y comienzos del 2003.

El antiimperialismo de Chávez se manifestó en los más diversos escenarios, en donde, a diferencia de todos los cipayos proestadounidenses (como los de la Unión Europea o de América Latina), habló claro y llamó al pan, pan y al vino, vino. Fue de los pocos que en mundo se atrevió a criticar los crímenes imperialistas en Irak y Afganistán, así como las acciones genocidas de Israel contra los palestinos o contra el Líbano, un hecho notable en medio de la aceptación de esos crímenes por parte de la mayor parte de los gobiernos de Latinoamérica. Pero lo más significativo, en cuanto a logros, de esta lucha antiimperialista se manifestó en el entierro del proyecto imperial del ALCA, que feneció en el 2004 en las tierras de Argentina, y que no pudo ser impuesto al continente en la forma original cómo había sido concebido por los Estados Unidos, que buscaba tener un mercado abierto y a su disposición para sus inversiones, que cubriera desde el norte de México hasta la Patagonia. El hundimiento del ALCA está directamente relacionado con la decisiva actuación de Hugo Chávez, quien se encargó no sólo de denunciarlo, sino en proponer otras formas de integración para el continente.

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Justamente, este es un tercer aporte revolucionario de Hugo Chávez, porque recuperó el legado integracionista de Simón Bolívar, José Martí, José Artigas, César Augusto Sandino y otros luchadores de nuestra América. Esos proyectos de integración, que antes eran simples ideas, han empezado a convertirse en realidad (como el ALBA y MERCOSUR), gracias a la decisiva participación del gobierno bolivariano de Venezuela y a su propósito de buscar otros caminos diferentes a la falsa integración neoliberal hegemonizada por los Estados Unidos. Por supuesto, esto se basó en la actualización del ideal bolivariano de una patria grande, en la cual los pueblos se ayuden mutuamente, algo que Chávez hizo efectivo con el establecimiento de mecanismos comerciales solidarios, como los que efectuó con Cuba y con otros países del Caribe. Se podrá decir que esa integración está en pañales y que no ha avanzado tanto como debía, pero ese hecho cierto no puede ignorar que en el continente latinoamericano se volvió a hablar de un tema tabú para las clases dominantes de cada país, como es el de la integración más allá de los Estados Unidos y sin los Estados Unidos.

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En cuarto lugar, Chávez volvió a poner sobre el tapete de discusión y reflexión el horizonte del socialismo, porque se atrevió a plantear, contra las corrientes dominantes incluso en el seno de una izquierda timorata y plegada al capitalismo, que era necesario construir otra tipo de sociedad, diferente a la hoy imperante a nivel mundial. A ese proyecto él lo denominó el “socialismo del siglo XXI”, con lo cual rescató una palabra que había sido olvidada en el mundo tras el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990 y cuando se pensaba que ese asunto había desaparecido de cualquier agenda política, ante lo que se consideraba como un irreversible triunfo del capitalismo.

Aunque se aduzca que ni en Venezuela ni en otros países de la región se ha avanzado en la construcción de tal socialismo, no puede desconocerse la importancia de volver a preguntarse, cómo lo hizo el fallecido presidente venezolano, si el capitalismo es eterno, e inmodificable y si las luchas que contra él se emprendan no pueden bosquejar otro tipo de sociedad. Esto hace parte del abc de cualquier programa revolucionario anticapitalista desde el siglo XIX, que se creía sepultado, pero que en Venezuela fue recuperado y nuevamente aparece en el imaginario de importantes luchadores y pensadores anticapitalistas de América y el mundo. A raíz de esta recuperación conceptual de tipo político, sectores de la izquierda volvieron a hablar en voz alta y sin temores de la necesidad de construir otro orden, que vaya más allá del capitalismo, que aprenda de las experiencias negativas del siglo XX, sin abjurar del carácter igualitario y democrático de un proyecto anticapitalista.

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En quinto lugar, socialismo quiere decir en sentido profundo luchar por la igualdad –que no es sinónimo de homogenización y erradicación de las diferencias-, una palabra que casi había desaparecido de la conceptualización política e incluso del léxico corriente, y que fue sustituida por un vocablo que ha sido intoxicado por el neoliberalismo –vía Banco Mundial- como es el de equidad. Este término, en esta lógica mercantil, no tiene nada que ver con la igualdad, sino que es el reconocimiento de las desigualdades como algo natural, a nombre de lo cual se afirma que se deben proporcionar iguales oportunidades en la competencia –entre un gerente de una multinacional y un trabajador asalariado, por señalar un caso, para que ambos compitan en las mismas condiciones por ocupar un lugar en la clase ejecutiva de un avión transcontinental. Como encarnación de un proyecto socialista, Chávez enfrentó la desigualdad en Venezuela, con resultados positivos en cuanto a la disminución de la pobreza en ese país, por haber permitido el acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura a importantes sectores de la población, antes excluidos de todos esos derechos.

Con sus políticas redistributivas, Chávez volvió a evidenciar la importancia del Estado como un actor fundamental de la sociedad, lo que llevó a impulsar el gasto público en dirección de las mayorías sociales, en momentos en que, los países europeos, en donde tanto se presumía de haber construido sociedades de bienestar más o menos igualitarias, asumen a fondo el proyecto neoliberal y aumentan las desigualdades, al tiempo que privatizan la salud y la educación.

La lucha por la igualdad ha llevado a que en Venezuela importantes sectores de la población, hasta no hace mucho tiempo subyugados por su condición de clase y de “raza”, hayan adquirido conciencia de sus derechos, de su fuerza colectiva y de su poder de decisión, ya que fueron los soportes esenciales de los 14 triunfos electorales de Hugo Chávez, y quienes impidieron que se consolidara el golpe de Estado de abril del 2002. De ahí el gran carisma y ascendiente de Chávez entre esos sectores ninguneados y olvidados por el capitalismo periférico venezolano, que en los últimos años –desde el caracazo de 1989- han emergido como el sujeto social más importante de la historia contemporánea de ese país. Y de ahí también el odio visceral que contra ellos manifiestan las clases dominantes y las clases medias de Venezuela y del resto del mundo, porque finalmente lo que no se acepta y se desprecia es que los pobres, los zambos, los afros, los indígenas, las mujeres pobres tengan derechos y se proclamen como iguales a los “blancos” proimperialistas.

Este mismo hecho explica esa gran oleada internacional de racismo desplegada contra el comandante Hugo Chávez en la autodenominada “prensa libre” del mundo, en la que se incluyen la radio, la televisión y los medios impresos, que en los últimos 15 años han batido todos los records de sevicia desinformativa, de mentiras y embustes, cuando de hablar de Venezuela y de su presidente se trata. Esta campaña forma parte ya de la historia universal de la infamia, en la que sicarios y criminales, con micrófono y con procesador de palabras, han recurrido a todas las mentiras para enlodar la vida de Chávez y para calificarlo como “dictador”, “tirano” y otros epítetos entre los que aparecen denominaciones racistas, que no vamos a recordar acá por su bajeza moral.

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Hugo Chávez fue un personaje notable en la política venezolana y latinoamericana por su carisma, su influjo popular, su capacidad discursiva, su vivacidad, su ingenio, su inventiva, sus dotes histriónicas, pero, sobre todo, por actuar como un educador y pedagogo práctico. Este es otro de sus aportes revolucionarios, que ya se evidencio desde cuando participó en un fallido golpe de Estado contra el régimen neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1992, porque las palabras pronunciadas en el momento de rendirse tuvieron gran impacto en la población, y lo dieron a conocer ante Venezuela y el mundo. De ese momento en adelante, las miles de reuniones, asambleas, charlas y conferencias en las que participó se convirtieron en eventos de tipo educativo, que le confirieron un carácter revolucionario a su acción y a su palabra, esto es, fueron dardos contundentes contra las evidencias establecidas como verdades incuestionables sobre el capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.

Para entender este asunto, es bueno recordar que los políticos contemporáneos se desempeñan cual si fueran muñecos amaestrados, como los presentadores de televisión, que se limitan a repetir siempre el mismo discurso, frío, aburrido, sin alma y sin vida, sin abandonar el guion preestablecido y entonando siempre su insoportable jerga neoliberal. Chávez rompió con todo eso al emplear un lenguaje simple, descomplicado, directo, sin usar eufemismos y atreviéndose a llamar a los criminales por su nombre (como hizo con Georges Bush en la ONU o con un ex presidente colombiano al que calificó, como lo que es, de mafioso), porque se basaba en la máxima atribuida a José Gervasio Artigas, y que le gustaba citar, “con la verdad ni ofendo ni temo”.

Pero hay otro aporte revolucionario de Hugo Chávez en sus alocuciones y conferencias, la reivindicación de la lectura. Esto es importante recordarlo en un momento en que nadie lee nada, empezando por los presidentes y funcionarios gubernamentales – o acaso alguien con dos dedos de frente cree seriamente que alguna vez han leído un libro personajes tan “cultos” como Carlos Menen, Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos, José María Aznar, Juan Carlos de Borbón, George Bush o Mariano Rajoy-. En las charlas y encuentros que realizaba Chávez solía citar y aludir a autores diversos de la tradición socialista y revolucionaria de nuestra América y el mundo, y valga recordar sus menciones a Eduardo Galeano, Itsván Mészaros, León Trostky, Noam Chomsky, entre algunos. Y al mismo tiempo que en sus charlas mencionaba libros y autores también anunciaba la necesidad de difundirlos, cosa que efectivamente se hizo porque en Venezuela se han editado millones de ejemplares a bajos precios de clásicos del pensamiento revolucionario universal.

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Sin agotar el asunto en esta nota, tales son algunos de los principales aportes revolucionarios de Hugo Chávez, cuya figura y realizaciones ya forman parte de la historia del continente y, sobre todo, de la historia de los olvidados y de los vencidos. Chávez, como lo proclamaba sabiamente José Martí, fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos, porque supo encarnar en el momento adecuado un proyecto antineoliberal y antiimperialista para enfrentar lo que se concebía como inatacable en su país y en continente. Él supo entender las necesidades más sentidas del pueblo venezolano, empobrecido y humillado por el capitalismo neoliberal, y en ese esfuerzo por afrontar la miseria que ese sistema genera ha hecho aportes reales al ideario anticapitalista del mundo. Como alguna vez lo dijo Jorge Plejanov al analizar el papel del individuo en la historia: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época". Y eso se aplica a cabalidad al caso de Chávez, que ha servido a las necesidades sociales no sólo del pueblo venezolano sino de los pueblos de todo el continente.

Por supuesto, Chávez fue, como todos nosotros, un ser humano de carne y hueso, con sus propias contradicciones y limitaciones, tanto en sus formulaciones como en sus realizaciones prácticas. Es elemental que los revolucionarios son seres humanos y no dioses, en razón de lo cual aciertan y se equivocan, pero justamente son revolucionarios, porque mayores son sus aciertos que sus errores, porque están convencidos de la importancia de luchar contra el orden establecido a cambio de lo cual lo dan todo, hasta la vida misma, y porque con su lucha dejan un destello de ejemplo y dignidad, que los engrandece ante sus contemporáneos y sirve de legado a otras generaciones. Chávez ha sido un formidable revolucionario –un vocablo que no tiene nada que ver con las capillas de iluminados de todas las sectas de izquierda- que ha hecho más aportes reales a la lucha por otra sociedad que cientos de doctrinarios puristas, que tanto hoy como ayer lo han calificado como “populista”, “caudillo” o cosas por el estilo.

Y su carácter de revolucionario queda evidenciado en estos momentos si nos fijamos en quienes lo lloran y quienes se alegran por su muerte. Lo lloran los pobres de su país y muchos pobres de otros lugares del mundo. Lo lloran quienes entienden lo que significa la pérdida de un valioso líder de la izquierda internacional. Lo lloran los que en Venezuela y otros países han sentido lo que significa la solidaridad, en instantes en que se ha impuesto como si fuera parte de la naturaleza humana el egoísmo e individualismo neoliberal. Estos son los que nos importan, mientras las bestias carroñeras de la muerte (encabezados por el Partido Republicano de los Estados Unidos) se relamen de felicidad por la muerte de un peligroso enemigo, como lo expresan sin aspavientos a través de sus pornográficos medios de incomunicación, llámense El País, Clarín, El Tiempo, CNN, Caracol, RCN o como sea.

Chávez ya es un patrimonio de los revolucionarios del mundo y su nombre permanecerá en la memoria no solamente del pueblo venezolano sino de los pueblos de nuestra América y esto debe enorgullecer a los revolucionarios, por dolorosa y dura que sea su partida, y por los difíciles e inciertas que sean las luchas que se avecinan. Mientras tanto, todos sus detractores y sus enemigos del capitalismo y del imperialismo, entre esos muchos pigmeos morales e insignificantes individuos que se desempeñan como presidentes de muchos países –representantes incondicionales de los explotadores y de las clases dominantes- no quedaran siquiera en el basurero de la historia y más rápido de lo previsto serán olvidados.

Porque como dijo con intensidad César Vallejo en su vibrante poema Masa, que parafraseamos: “No mueras comandante, te queremos tanto”, y cuyo bello texto es una alegoría de la manera como la memoria del revolucionario Hugo Chávez permanecerá en nuestra América:

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporase lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

* Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

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RÉQUIEM POR UN GRANDE

09 Mar 2013
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POR OCTAVIO QUINTERO
 
Foto: www.noticiassin.com
 
Chávez ya era una marca de cambio en Latinoamérica, y particularmente en Centro y Suramérica. Quizás, su muerte conlleve mayores dificultades a la consolidación de unos ‘antejardines’ latinoamericanos, en oposición a la idea de “patio trasero” que se tiene de estos  en el ámbito gubernamental y político de Estados Unidos.
Chávez era en el presente, después del Che y de Castro, el revolucionario más reconocido mundialmente; y aunque no tenía ese lenguaje propio de los eruditos de izquierda, con su verbo de pueblo y plaza, movilizó una masa crítica en Venezuela, que lo mantuvo en el poder hasta su muerte, y terminó rodeado de casi todos sus homólogos suramericanos que le blindaron de los constantes intentos del Imperio por sacarlo de juego, incluyendo el fallido golpe de Estado en el 2002.
Porque los hombres pasan y las instituciones quedan, es por lo que “muerto el Rey, viva Chávez”, pudiera parodiarse en este momento de tristeza política que invade la ideología del Socialismo Siglo XXI.
¿Qué queda de Chávez?: ¡Mucho! De entrada, todo un país (Venezuela) y una escuela, su Revolución Bolivariana. Eso no ofrece duda. Pero, la pregunta más crítica es: ¿Podrá su pupilo Maduro sostener la Espada de Bolívar enhiesta que le deja Chávez?
Pudiera aventurarse la idea de que Maduro, intelectual y doctrinariamente, parece superior a Chávez. Pero es que en estos fenómenos revolucionarios, frecuentemente priman más los carismas que las ideas. Es por lo que, lo primero que destaca en un líder de alta jerarquía es su carisma, y si a eso le agrega inteligencia, resulta imparable: Bolívar, en el antes; el che y Castro en el después, sin demeritar tantos y tantos otros políticos que han brillado en el cielo latinoamericano en el último siglo y medio, entre quienes, imperdonable resultaría no mencionar nuestro sacrificado Gaitán colombiano.
La Revolución Bolivariana de Chávez ha quedado en las manos de Maduro y, por encima de todo, en las manos de un pueblo venezolano y de unos dirigentes suramericanos (Correa, en Ecuador, y Mujica en Uruguay, por ejemplo).
Ojalá no pierdan el paso y compás de la marcha triunfal que siempre alegre y altanero llevó hasta la tumba el insigne desaparecido.
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APUNTES DE TACTICA

08 Mar 2013
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POR JOHN MARULANDA

Mientras en La Habana se juega en secreto la paz nacional, ¿se está revitalizando el armadijo fusilero de las Farc?

No. Durante cincuenta años de guerra irregular, el 98 por ciento de los golpes de las Farc a nuestros soldados, no han sido por su capacidad armada sino por fallas del Ejército. Y el asunto no cambia hoy.

Sin ánimo doctoral, veamos algo sobre la materia.

Un Ejército profesional opera con base en cuatro ejes interdependientes: Inteligencia, Dispositivo, Conducción y Logística.

La función de los Comandantes es aplicar estos elementos eficazmente.

INTELIGENCIA. Nuestra Inteligencia estratégica externa es pobre y la interna parece mermada. La de combate, la de las unidades desplegadas a lo largo del país pareciera que funciona mal. Los hechos recientes así lo demuestran. ¿No sabía el capitán asesinado en las goteras de Bogotá (15 de enero) que el enemigo merodeaba por allí?

DISPOSITIVO. Cada Terreno y cada Cartel se combaten con un tipo y un tamaño de Unidad. El apoyo mutuo entre las Unidades, las comunicaciones y el apoyo aéreo, juegan un papel definitivo en el despliegue correspondiente. Un pelotón en la selva caqueteña (13 de enero) es un blanco servido si no tiene soporte cercano de fuego o un oportuno refuerzo de personal.

CONDUCCIÓN. El oficial o suboficial al mando ¿ha sido entrenado adecuadamente? ¿Tiene experiencia en este tipo de operaciones? ¿Conoce el terreno y el enemigo? ¿Está motivado?

Las dificultades propias de las operaciones militares son vencidas por el entusiasmo y la moral de los comandantes. El escalón de mando está obligado a detectar y corregir cualquier falla en este sentido, porque en la guerra cuando el buen ánimo y la decisión son reemplazadas por las dudas y la desconfianza, el resultado es fatal.

Y cualquier arañazo a la moral militar como la denegación de las solicitudes de retiro (03 de marzo), es aprovechado por quintacolumnistas para debilitar nuestras Fuerzas Armadas.

LOGÍSTICA. Fallas en los abastecimientos de municiones o comida, en sanidad, en transporte, entre otros aspectos, conducirá al fracaso a la mejor unidad. Recordemos que "La Táctica es para aficionados. Los profesionales estudian Logística".

Es en la conducción en donde podríamos ofrecer mayor vulnerabilidad. Los narcoterroristas continuarán golpeando allí en donde los comandantes militares o policiales a todo nivel no sean ejemplares, sean perezosos, cortos de malicia o estén desmotivados.

Entretanto en La Habana los farucos harlistas se regodean en su cinismo, aquí en el país el asunto no se va a arreglar con perfume de neroli. Se necesitan mejores resultados militares a todo nivel. Pero, más allá, urge sindéresis en la desprestigiada política criolla, so pena de venezolanizarnos con alias "Cano", sus sicarios y sus delegados a la cabeza.

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