La celebración de los 15 años del Plan Colombia fue sin duda un éxito desde el punto de vista diplomático, por lo menos en cuanto a la reunión del Presidente Juan Manuel Santos con el Presidente Barack Obama de los Estados Unidos, y en lo que toca con la posterior exposición pública de Obama sobre la amistad norteamericana hacia Colombia -que, por lo que a él respecta, se ve muy sincera-  y la voluntad de su gobierno de aportar recursos por 450 millones de dólares durante el primer año de la nueva etapa de ayuda, que se denominará PAZ COLOMBIA. Ello, por cuanto tales recursos habrán de ser destinados al post conflicto, una vez se firme el acuerdo definitivo de paz con las Farc.

 

Pero debemos ser realistas: esos 450 millones de dólares no están seguros. El Presidente Obama presentará el proyecto de presupuesto al Congreso de los Estados Unidos, y allí podrá ser aceptado o no; podrá aumentarse -poco probable- o disminuirse la cifra -lo más probable-. Y además, es casi seguro que del Congreso y del propio gobierno norteamericano salgan exigencias o condiciones. Pensamos que pueden exigir la completa eliminación de las minas anti personas, las cuales han sido sembradas a lo largo y ancho del territorio colombiano; o el desarrollo de una política más contundente del Estado en la lucha contra el narcotráfico, el regreso de las aspersiones con glifosato y el compromiso de las Farc de no seguir traficando con droga y es posible que pidan la extradición por narcotráfico. Ojalá pidieran también -para ver si de esa manera el Gobierno lo exige por fin a las Farc- la liberación de todos los secuestrados en su poder y la devolución a sus hogares de los menores reclutados. 

 

 

No se olvide que, en el Congreso, Obama no tiene las mayorías y que, particularmente entre los republicanos, no hay mucha identidad con el proceso de paz, ni con la impunidad que, muchos consideran, será pactada respecto a crímenes de lesa humanidad.

 

Así que el Gobierno colombiano todavía tiene que esperar un poco para cantar victoria.