No tienen en cuenta que deben examinar con cuidado y buen criterio si, al establecer las exacciones -impuestos, tasas o contribuciones-, se cumplen o no las exigencias constitucionales de equidad, razonabilidad, eficiencia, progresividad, y si las normas que se les proponen son oportunas y justas en una coyuntura tan difícil como la actual, por causa de la pandemia.
Nada de eso. Se trata de votar ya y lo que sea, para corresponder al estímulo de puestos y “mermelada”, sin discusión y a las carreras, pese a las advertencias de la Corte Constitucional, en cuyo criterio, el debate es indispensable para la aprobación de las leyes. "La votación no es cosa distinta de la conclusión del debate, sobre la base de la discusión -esencial a él- y sobre el supuesto de la suficiente ilustración". "Es inherente al debate la exposición de ideas, criterios y conceptos diversos y hasta contrarios y la confrontación seria y respetuosa entre ellos; el examen de las distintas posibilidades y la consideración colectiva, razonada y fundada" (Sentencia C-222/97).
En cuanto a la moción de censura, por las mismas razones, no ha operado, ni operará. La más reciente votación -en que, por una subrepticia abstención, no hubo mayoría- fue desordenada y penosa; contraria a la ley, al reglamento y al sentido democrático, cuando ha debido ser clara, transparente, verificable. No fue ejercida la función de control político confiada al Congreso, y no se tuvo en cuenta que, de conformidad con la norma vigente (Art. 135-9 C.P.), "...la renuncia del funcionario respecto del cual se haya promovido moción de censura no obsta para que la misma sea aprobada conforme a lo previsto en este artículo".
Una gran vergüenza y una enorme irresponsabilidad.
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