Pasar del bipartidismo de liberales y conservadores a un multi partidismo, con partidos políticos que reúnen intereses de todas las corrientes del pensamiento, lógicas e ilógicas, amparados en el derecho a la igualdad y a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, deja como resultado más de dos docenas de partidos políticos en la actualidad. Entre ellos: Polo Democrático, Mira, la U, Centro Democrático, MAIS, ASÍ, Nuevo Liberalismo, Colombia Humana, Cambio Radical, Liga, AICO, Salvación Nacional, Unión Patriótica, Alianza Verde, Verde Oxígeno, Comunes, Colombia Justa Libres, Colombia Renaciente, ADA, Partido del Trabajo, Partido Comunista Colombiano, Fuerza Ciudadana, y otros tantos desconocidos o impopulares, pero amparados en la constitución y la ley, que hacen de Colombia una democracia, ricamente nutrida al momento de identificar el partido cuyos propósitos se integren a las expectativas de los electores, partidos constituidos con leguleyos propósitos, con objetivos y deseos de alcanzar el mayor número de curules en el congreso, los hay de minorías, indígenas, clasistas, de trabajadores, de derecha, de izquierda, sectoriales, religiosos, con identidad de género, de exguerrilleros, y por conveniencia, de intereses individuales.
Esta realidad convierte a los partidos políticos en instrumentos ideales para obtener apoyo a los cargos de elección popular, los cuales cuentan con dirigentes que, sin menor esfuerzo, después de revisar las hojas de vida y verificar el apoyo de poderosos e influyentes padrinos, conceden avales a candidatos que a veces cambian de partido como cambiar de camisa, sin importar la doble militancia; como el caso del expresidente del congreso Roy Barreras. En ocasiones los mismos candidatos son conscientes que se encuentran inhabilitados; con decenas de investigaciones fiscales, disciplinarias y penales, engavetadas o frenadas por intereses propios, y sin importarles deciden jugársela en la contienda electoral convencidos que con el poder que pueden obtener apaciguaran la furia de los entes de control.
No podemos caer en el error de dejarnos llevar por los candidatos de partidos de renombre, o por la campaña que más publicidad despliega; quien paga para ser elegido, sumas de dinero que desbordan los topes de las campañas, llega al cargo listo para robar el presupuesto y recuperar la inversión realizada. No es un secreto que tenemos demasiados partidos políticos para escoger, pero debemos tener cuidado. No podemos repetir la elección de servidores públicos que duran poco tiempo a causa de destituciones por procesos en su contra. A los partidos políticos solo les interesa dar avales a quien mejor les parezca no al más idóneo, prueba de ello, los escándalos de los alcaldes, gobernadores, representantes a la cámara y senadores destituidos por corrupción o sancionados por escándalos cometidos bajo los efectos del alcohol.
Una verdadera reforma política debe empezar por imponer sanciones a los partidos cuyos miembros resulten involucrados en escándalos y en casos de corrupción; también la militancia en los partidos debe ser medida con el paso de los años para evitar el brinca, brinca de partido en partido; como también se debe replantear el hecho de otorgar avales sin responsabilidad de las colectividades.
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