Sin perjuicio de reconocer la alta votación del candidato del Centro Democrático, Dr. Oscar Iván Zuluaga, hay que celebrar que el triunfo del presidente Juan Manuel Santos haya sido lo suficientemente claro y contundente en la segunda vuelta, para evitar crisis institucionales como la que infortunadamente ha afectado y sigue afectando a Venezuela. Lo del fraude que algunos sostienen no es otra cosa que una pataleta.
También celebramos la victoria de Santos –sin haber sido sus entusiastas seguidores-, dado el respaldo que merecía, que pedía y que obtuvo en las urnas, para seguir adelante en el proceso de paz que prosigue en La Habana –Cuba- y de cuyos resultados efectivos estamos pendientes todos los colombianos, a decir verdad con fundadas esperanzas, tras cincuenta años de conflicto armado.
Muchos acudimos a sufragar por el candidato presidente, siendo enemigos de la figura de la reelección –en mala hora aprobada en 2004-, porque confiamos en la seriedad del proceso, de los voceros gubernamentales en la mesa de negociaciones y del propio Jefe del Estado, que en esta materia ha demostrado, particularmente en los últimos meses, un empeño no por completo ligado a sus aspiraciones reeleccionistas.
Dicho sea de paso, quien esto escribe -aunque le parece una contradicción en el caso del actual mandatario-, comparte parcialmente la propuesta del reelegido presidente Santos, en el sentido de que se expida un Acto Legislativo que expulse definitivamente de la Carta Política colombiana la reelección. Digo parcialmente, porque no me agrada que el período, así sea para los futuros presidentes, resulta ampliado a cinco o seis años, a no ser que se prevea la posibilidad de revocatoria del mandato, y porque, además, estimo que el Gobierno, al preparar el proyecto que se presente, no debe olvidar que, de una vez, debemos suprimir la reelección para todos los cargos judiciales y de control, pues ya se ha visto cuán dañina resultó esa figura aplicada al Procurador General de la Nación.
Ahora bien, no tiene fácil su tarea para el segundo período el presidente Santos:
-Ante todo, debe cumplir su proyecto fundamental: la finalización del conflicto armado con las Farc y con el ELN. Eso no es fácil. Pero, además, va a tener que manejar –esperemos que con éxito- el trámite de los pasos constitucionales que se deben dar para que el pueblo refrende, en normas, lo que se necesite para formalizar y autenticar los acuerdos. Y después tiene que afrontar, dirigir y coordinar, con la Fiscalía y otras instituciones, lo que se denomina el postconflicto, algo todavía más difícil y espinoso.
-Por otra parte, debe replantear su gabinete y el equipo general de sus colaboradores, con el fin de reflejar la nueva realidad política, que se ha modificado sustancialmente. No entro a especificar cómo, porque eso corresponde al Presidente como jefe de gobierno, pero lo sintetizo en la urgencia de dar un viraje hacia lo social.
-Debe cumplir con su propuesta de suprimir el servicio militar obligatorio, y de indicar cómo se sustituirá sin perjudicar la soberanía nacional, ni la actividad de la Fuerza Pública.
-Debe llevar a cabo las reformas a la salud, a la educación, a la Justicia, al sistema electoral, y revisar las políticas gubernamentales en materia económica, social, ecológica, y en temas vitales como la política de empleo y los pactos con los agricultores y las comunidades indígenas.
Muchos temas, todos importantes, en que el nuevo Santos -ya no elegido por el uribismo- está obligado a definir su posición.