El autor de "El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", Miguel de Cervantes Saavedra, nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y murió hace 400 años, el 22 de abril de 1616.
Fue soldado y la guerra le ocasionó daños en su cuerpo, aunque no tan graves como muchos piensan. Con un arcabuz, durante la batalla de Lepanto, le dieron en la mano izquierda y le afectaron el nervio, generando inmovilidad, aunque no la perdió. Pero ese antecedente le valió el apodo por el cual se lo conoce: "el manco de Lepanto".
Cervantes pasó a la Historia como escritor, y no como cualquier escritor sino como el mejor autor en lengua castellana; el insuperable; el clásico; uno de los más grandes de la literatura universal. Aunque escribió otros libros como "La Galatea", "Novelas ejemplares" o "Los trabajos de Persiles y Segismunda", la obra que lo hizo inmortal no fue otra que "El Quijote". Una forma de sátira respecto a la predominante tendencia de los lectores de su época a las novelas de caballería. Y un tratado sobre costumbres y convivencia; sobre psicología popular; sobre el poder y también sobre el Derecho, en particular sobre su valor supremo: la justicia. Por boca de Don Quijote de la Mancha, Cervantes nos presenta en varios pasajes su idea sobre la justicia, la equidad y el buen gobierno.
Su vida fue accidentada. Con más de una frustración. Con inestabilidad familiar. Con desilusiones. Con afugias y dificultades económicas. Inclusive, se sabe que su padre sufrió prisión por deudas. No faltaron, para Cervantes, problemas con la justicia, y hubo de salir de España a raíz de uno de ellos.
Naufragó en alta mar en 1575 y fue secuestrado por corsarios, junto con su hermano Rodrigo. Incluso fueron convertidos en esclavos y vendidos. Cervantes perdió su libertad por largo tiempo, como prisionero del rey Hassán en Argel -cinco años de cautiverio, y varios intentos de fuga-, aunque fue eximido de ir a las galeras. Sólo en 1580, como cualquier secuestrado por el ELN, fue liberado solamente mediante el pago de un rescate.
Su muerte se produjo por causa de la diabetes, a los 68 años. En Madrid, en el barrio denominado "de las Letras" o "de las Musas", y fue enterrado, por su propia voluntad, en el Convento de las Trinitarias Descalzas. Un lugar sencillo, del cual fue trasladado a la Iglesia Mayor que se construyó en sitio cercano.
Años después comenzó la polémica, todavía no terminada, acerca de si allí permanecen sus restos, porque al parecer se confundieron con los de otras personas, también trasladadas al templo tras su construcción.
400 años de la muerte de Cervantes. En el mundo entero, por estos días, le rinden homenaje. Como a su colega inglés William Shakespeare, que también falleció hace cuatro siglos.