Sostengo que en la sociedad colombiana habría menos asaltos al patrimonio público desde los escritorios, una más fácil convivencia -indispensable para la paz-, una mejor destinación de los dineros que hacen parte del erario y una mayor eficiencia en la actividad estatal, si en su seno existiera una conciencia colectiva bien formada acerca de la moral, la ética, los valores jurídicos, la responsabilidad, la honradez, la dignidad y el respeto a los principios y las normas. Si no se hubiera extendido desde los hogares y las bancas escolares la cultura de la trampa, y la acendrada convicción de que ser avivato -o "vivo" o "avispado", como dicen muchos padres elogiando al niño tramposo- es la mejor forma de obtener éxito.
Infortunadamente, se ha llegado a un comportamiento colectivo que tolera la corrupción, la avilantez, el atropello, el pasar por encima de las reglas.
Se ve en la vida diaria, en múltiples manifestaciones, de lo más simple a lo más complejo: el niño que domina a sus compañeritos organizando el "matoneo"; la persona que no respeta una cola y con descaro se ubica en el primer lugar; el conductor que no respeta las señales de tránsito y que si es descubierto pretende sobornar al policía; el policía que amenaza para provocar el soborno; el taxista que se aprovecha del extranjero para cobrarle más de lo debido; los colados en el Transmilenio, quienes prefieren el riesgo que el pago; el estudiante que copia en un examen; el que plagia un trabajo académico o su tesis de grado; el abogado que, a falta de argumentos, prefiere ganar el pleito corrompiendo al juez; el juez que se deja corromper; el político que compra votos; el elector que vende sus votos; hasta llegar al alcalde que, como lo decía hace poco un ex alto funcionario capitalino condenado por corrupción, les dice a sus subalternos que "tranquilos, que eso lo hace todo el mundo", estimulando trampa en la contratación.
En fin, una sociedad sin conciencia ética, que tolera y hasta admira las muchas formas de conducta ilícita o inmoral; que elogia al avivato; que admite lo antijurídico...es una sociedad condenada al fracaso.