Certidumbres e Inquietudes: CRISIS DEL DERECHO Y DE LA JUSTICIA. Por José Gregorio Hernández Galindo Destacado

La administración de justicia colombiana, y el ejercicio mismo del Derecho,  que en el pasado merecieron respeto y fueron  motivo de orgullo dentro y fuera de nuestro territorio, viven uno de los momentos más críticos y difíciles de su historia. Con honrosas excepciones, pululan los abogados sin conciencia y sin ética profesional, y muchos jueces, fiscales, magistrados y corporaciones judiciales han perdido independencia, imparcialidad y credibilidad; han dejado de ser ejemplos de cordura, sabiduría y honradez, para ser buscadores de poder, prebendas y dinero;  toman decisiones con criterio político o de conveniencia, y -lo peor- los casos de corrupción judicial han aumentado de modo alarmante en los últimos años.

Por otra parte, también con excepciones, la formación jurídica de no pocos  funcionarios judiciales -igual pasa con los abogados-  deja mucho que desear. La justicia se ha politizado y burocratizado. Por regla general, el hábito de estudio se ha perdido, y se los ve desactualizados y vacilantes. No se tiene una visión integral y coherente del Derecho, y en juzgados y tribunales se ha extendido la pésima costumbre de delegar la redacción de autos y sentencias en empleados subalternos, sin suficiente preparación. Además de la consabida morosidad y de la ya insostenible  acumulación de procesos en los despachos, se percibe la perniciosa tendencia a firmar sin leer, lo cual denota irresponsabilidad y falta de criterio jurídico. No es extraño encontrar providencias con deficiente o contradictoria motivación, redactadas a la carrera, sin una eficiente valoración de los hechos  y sin fundamento en las normas constitucionales o legales.

A ello se suma que muchos abogados sin ética ni principios, y carentes de los necesarios conocimientos en Derecho, consideran que la mejor forma de ganar los pleitos no reside en la adecuada y firme exposición de sus razones, ni en la solidez de sus exposiciones verbales o escritas, ni tampoco en la firmeza de su argumentación, ni en el debate jurídico, ni en la contundencia de las pruebas, sino en la mayor habilidad para dilatar los procesos; para manipular el reparto; o para procurar la compra de empleados y funcionarios judiciales.

Ante semejante situación, las facultades y los profesores de Derecho tenemos que asumir, con sentido de nuestra alta responsabilidad, la tarea -ciertamente difícil pero indispensable y urgente- de rescatar para el Derecho su prestigio. Tenemos el desafío de entregar al país y a la sociedad nuevas promociones de abogados íntegros y capaces; honestos y leales;  bien formados en Derecho; con criterio jurídico; convencidos de su trascendental función en el seno de la sociedad, la cual consiste -como lo hemos recalcado- en la incansable y recta búsqueda de la justicia, la verdad, la igualdad y de la seguridad jurídica; en la reivindicación de los valores y principios constitucionales; en el compromiso con la moralidad, la autenticidad y la legitimidad. En fin, hemos de extirpar, en beneficio de las nuevas generaciones de juristas,  los muchos vicios que hoy afectan a la administración de justicia y los no menos graves que se han adueñado de muchos bufetes.

En cuanto a la función judicial, hemos de repetir que ella no puede ser adecuadamente ejercida si quienes administran justicia carecen de idónea y completa formación jurídica y humanística; si tienen compromisos con objetivos ajenos a su misión; si les falta independencia, imparcialidad, rectitud, moralidad.

El país no puede permitir que periclite la Justicia, porque ello haría que fracasara la democracia.

 

Modificado por última vez en Viernes, 25 Agosto 2017 17:20
Jose Gregorio Hernandez Galindo

Expresidente de la Corte Constitucional de Colombia y director de la publicación “Elementos de Juicio. Revista de Temas Constitucionales” y la emisora "lavozdelderecho.com".

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