Más allá de si alias "Guacho", quien -según se ha dicho oficialmente- comandó toda la acción criminal, es de nacionalidad ecuatoriana o no, y de si las exigencias de los delincuentes se hacían al Gobierno ecuatoriano o se quería afectar al colombiano, lo cierto es que el crimen tuvo lugar en Colombia y que los terroristas hacen parte de un grupo guerrillero colombiano -disidente o no-, y que en la zona de frontera está operando ese grupo y otros, lo que ha llevado al Gobernador de Nariño a decir hace unos días que allí no hay paz.
Hemos dicho varias veces que la paz es mucho más que un papel firmado. Ella es un valor fundamental para que en cualquier sociedad tenga lugar la convivencia entre seres humanos, y está compuesta por muchos factores que confluyen y se concilian para su cristalización. En Colombia, infortunadamente, durante los últimos años, se ha confundido la paz -como valor y como objetivo nacional- con el Acuerdo firmado el 24 de noviembre de 2016 y con las normas que lo implementan. Eso puede ser parte, pero no es la paz como tal. El Gobierno y el país debemos reconocer que, infortunadamente, no hemos logrado la paz, y no debemos seguir proclamándolo así ante el mundo porque estamos haciendo el ridículo.
En efecto, hechos como el secuestro y asesinato de los periodistas, el crimen cometido la semana pasada contra ocho policías, las muertes de miembros de la fuerza pública en emboscadas, el denominado "Plan pistola" contra la policía, las acciones del ELN, lo que ocurre en el Catatumbo por enfrentamiento entre el ELN y el EPL -con casi cien muertos en lo que va del año-, lo que pasa en Tumaco, los asesinatos de líderes sociales -más de doscientos desde la firma del Acuerdo de Paz-, el creciente poder del narcotráfico, el caso de alias "Santrich", para mencionar solamente algunos elementos, no son propios de un país en paz.
Nos falta mucho para conseguir la paz, y lo que debe hacer el Estado no es ocultar que todas esas cosas pasan, ni pedir a los medios que solo presenten hechos positivos, sino liderar la lucha contra la delincuencia y buscar formas pacíficas de convivencia, sin dormirse sobre los laureles de una paz inexistente.