La expresión “protesta” no tiene un único significado. Puede ser un juramento o promesa, como en México, en donde, por mandato constitucional, el presidente se posesiona y protesta ante el Congreso de la Unión, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes. El Concilio de Trento contemplaba la protesta de los pontífices de enseñar y propagar las doctrinas de la fe.
Pero, en su acepción más generalizada, se entiende por protesta la manifestación de descontento, desacuerdo, insatisfacción, disgusto, inconformidad, desconfianza, desaprobación, queja, reclamo, exigencia, desagrado, indignación, oposición, reivindicación, disidencia, divergencia, o cualquiera otra actitud de discrepancia respecto a algo o contra alguien.
Aunque, por su misma naturaleza, tiene normalmente una connotación política -reacción ante el poder- y se suele cristalizar en relación con decisiones o políticas estatales, no toda protesta es contra el gobierno o las autoridades públicas. El bebé que tiene hambre, algo le duele o le incomoda, llora para presionar una solución. El adolescente se rebela contra imposiciones paternas. El estudiante se muestra inconforme con una cierta calificación. El trabajador pide aumento. La organización sindical organiza y adelanta una huelga. El propietario o arrendatario demanda algo al administrador del conjunto residencial. El usuario de servicios públicos reclama ante la empresa respectiva. El ahorrador se queja de los abusos del banco. La monja reclama algo a la madre superiora. Todos ellos, en distintas formas, protestan, y por esa vía exigen, con diferentes resultados. Lo hacen en ejercicio de un derecho.
Protestaron los egipcios, los griegos, los israelitas, los gladiadores en Roma (Espartaco), los revolucionarios franceses, ingleses y americanos. Nuestros comuneros. Zapata en México. Los bolcheviques. Los trabajadores. Las mujeres. Protestaron Gandhi y Luther King; los nadaístas, Chabuca y Mercedes Sosa. Y tanto había protestado Lutero contra la doctrina católica que la religión por él fundada se denomina “protestantismo”.
Algunos protestaron con violencia, pero debemos insistir en que la una no necesariamente va unida a la otra. La protesta no se confunde con la violencia, y ésta la puede desvirtuar y perjudicar. Para que sea un derecho, y no un abuso del derecho, tiene que ser pacífica.
Se dice que la protesta es connatural a la inteligencia humana. Aunque algunos animales -lo vemos a diario- también protestan. Los perros o gatos reclamando su comida, o resistiéndose a permanecer amarrados. Quizá son los rebaños de ovejas los que siguen al pastor sin protestar. Y, a la vez, no es extraño observar ese mismo comportamiento -conforme y de rebaño- entre los miembros de partidos políticos de extrema. A ellos no se les permite protestar.
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua señala que la protesta, en una de sus acepciones en el campo jurídico, es una declaración que se hace para que no se perjudique -y, por el contrario, se proteja- el derecho que alguien tiene. Y “protestar” es “aseverar con ahínco y con firmeza”; “expresar la oposición al alguien o a algo”. Y trae como ejemplo de esto último “protestar contra una injusticia”.
Comparando lo social con lo físico, podremos entender el verdadero significado de la protesta como un verdadero derecho. Al sentir un dolor, cualquier persona se queja, en busca de alivio. En el seno de la sociedad, si la gente se queja, o protesta, es porque algo le duele. Impedir al ciudadano que proteste implica ahogar la expresión de una reacción natural y, por ende, vulnerar un derecho inherente a la persona, es decir, un derecho fundamental.
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