En principio, algunos se dedicaban a cultivar la tierra, otros, a la construcción de las viviendas, el desarrollo de las ciudades y la fabricación de utensilios domésticos; elaboración de prendas de vestir, entre otras labores que dieron origen a la actividad comercial, a causa del intercambio de los bienes que excedían su producción o los que no se producían y tenían que ser transportados desde sitios lejanos. Con esto, surge también, la necesidad de conservar el orden, la seguridad y de adquirir nuevos territorios, trayendo como consecuencia la creación de las fuerzas armadas, y con ellos, las guerras.
La República, el Estado ideal, la sociedad garantista, en busca del bienestar, necesita de hombres que se dediquen a la administración del patrimonio público; deben estar dotados de las más grandes cualidades y virtudes, para trabajar con todas sus capacidades por el interés general. Tan probos ciudadanos, son escogidos entre la gente del pueblo, para delegar en ellos las riendas del Estado. Serán estos, con sus decisiones y dedicación, quienes obtendrán la calidad de vida que necesitan los ciudadanos que con su trabajo, pagan los impuestos. Sólo así, podremos convivir en la sociedad políticamente ideal, donde la redistribución de los ingresos es realizada en virtud del progreso, no en favor de alguno en particular.
No debe existir lugar para la corrupción, esta abominable práctica debe ser castigada de manera ejemplar, tal vez con cadena perpetua o con la pena capital.
La descomposición social que nos destruye, ha sido permitida por cada uno de nosotros, hemos decido sumergirnos en la ignorancia, en la indiferencia y no participar en las decisiones del gobierno que nos afectan directamente. No es hora de lamentarnos, es hora de reflexionar. Es el momento para que las buenas costumbres resuciten y lo colectivo se vuelva prioridad, debemos ser hombres libres de pensamiento, para ejercer a plenitud el derecho a la vida, en condiciones de calidad, dignidad, con educación, con salud, con acceso a los servicios públicos de forma eficiente. Pero esto, sólo podrá ser una realidad, tan pronto se recuperen las buenas costumbres, valores y cuando entendamos que es el pueblo, quien tiene el poder de elegir las autoridades que nos representan y hacerlo con responsabilidad y suficiente criterio. Este es el momento de hacer un cambio a nuestras vidas, a nuestras familias y a la sociedad. Tomemos las riendas de nuestro país con responsabilidad y con compromiso, participando activamente como nos lo impone la constitución y la ley. No es hora de lamentos, es tiempo de corregir.
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