Los partidos políticos están podridos, la corrupción, el deseo de poder, y el interés particular, han contribuido a generar un grave daño a la democracia.
Un Estado empobrecido e improductivo no tiene más de dónde echar mano, que imponer impuestos, hasta exprimir al pueblo, muerto de hambre, ignorante y más bien embrutecido.
No hay esperanzas de un cambio, ni un programa de reactivación económica que permita la generación de ingresos y de empleo. Ante la realidad que vivimos, el vandalismo se ha convertido en una forma de desahogo y de protesta. El bloqueo de las vías, y las múltiples manifestaciones, han ocasionado incalculables pérdidas al sector productivo y peor aún, la muerte de manifestantes y miembros de la fuerza pública. Con ello se evidencia el sentir de un pueblo desesperado, en estado de pobreza, que se levanta en contra de todo; contra el policía, contra el funcionario, e incluso, contra sí mismo. Un pueblo que con rabia ha preferido morir antes que seguir sufriendo a causa de su mala condición. La reactivación del sector económico es tardía y el desempleo va en aumento, con ello crece también, la falta de autoridad y compromiso del gobierno elegido.
Lo que vivimos actualmente en Colombia, nos confirma que estamos en presencia de un pueblo desamparado y una pseudo democracia.
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