Lo que realmente es motivo de reproche y aún me cuesta comprender, es la degeneración en que puede caer un ser humano, al exponer su vida sexual hasta tal punto de practicar sexo al aire libre y en presencia de los transeúntes. No considero que esto se trate de libertad sexual o libre desarrollo de la personalidad, sino más bien una manera de perturbar la tranquilidad de la comunidad utilizando para ello el exhibicionismo.
Lo que ocurrió en días pasados en un Balcón del Centro Histórico y ha ocurrido en repetidas ocasiones en la ciudad, me transporta al libro del Génesis, cuando las ciudades de Sodoma y Gomorra, fueron destruidas a causa de su pecado, inmoralidad sexual, inhospitalidad, mentira, desidia en la búsqueda de Dios y de las buenas costumbres.
Hoy nuestra querida Cartagena se encuentra en un profundo abandono político. La prostitución invade las calles de la ciudad, el consumo de drogas, la delincuencia y homicidios en los barrios, son muestra de la precariedad moral que enfrentamos. Pareciera que la humanidad ha perdido la cordura y que sólo la misericordia del creador podrá salvarnos de la perversión que sobreabunda.
Los Cartageneros no podemos aplaudir este tipo de actos, ni permitir que los degenerados que ansían imitarlos, encuentren en esta ciudad el lugar perfecto para desatar sus perversas intenciones o seguir teniendo sexo en el balcón.
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