1 Elegir y ser elegidos.
2. Tomar parte en elecciones, plebiscitos, referendos, consultas populares y otras formas de participación democrática.
3. Constituir partidos, movimientos y agrupaciones políticas sin limitación alguna; formar parte de ellos libremente y difundir sus ideas y programas.
4. Revocar el mandato de los elegidos en los casos y en la forma que establecen la Constitución y la ley.
5. Tener iniciativa en las corporaciones públicas.
6. Interponer acciones públicas en defensa de la Constitución y de la ley.
7. Acceder al desempeño de funciones y cargos públicos, salvo los colombianos, por nacimiento o por adopción, que tengan doble nacionalidad. La ley reglamentará esta excepción y determinará los casos a los cuales ha de aplicarse.
Las autoridades garantizarán la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de la Administración Pública.
En el ejercicio de los derechos políticos, muchos aspirantes han encontrado la forma de conseguir simpatizantes a través del contenido populista de sus discursos.
Argumentar que el único honesto es el candidato populachero, que los demás políticos o partidos, son corruptos, prometer que los meterá a todos a la cárcel, gritarles que se robaron el presupuesto, hacer denuncias, es algo que le cae muy bien al común de los electores, quienes se dejan, llevar por el populismo, por la sed de venganza contra los corruptos, con promesas de justicia y honestidad.
Un ejemplo viviente de esta forma de hacer campaña política fue la que ocurrió en Cartagena de Indias, donde el candidato WILLIAM DAU CHAMAT, autoproclamándose “el tractor” denunciaba a la clase política, y profetizaba ser el salvador de la ciudad, consiguiendo con esto el apoyo de la mayoría y en consecuencia la victoria en las elecciones a la alcaldía.
La sorpresa fue grande, el honesto salvador, terminó siendo acompañado por una recua de malandrines, peor o igual de los que el atacaba. No siendo esto tan grave como lo ha sido la inexperiencia del “tractor “para gobernar la ciudad, sumiendo a Cartagena en el abandono, la inseguridad, el deterioro.
No podemos dejarnos confundir. El mejor político o candidato, no es el que más babosadas hable, el que proclame el discurso más populista, el que se agarre a lengua con los demás, o el que más denuncie. Para un cargo de elección popular y para ocupar la presidencia de la república se necesita más que populismo, chabacanería y dicharachos; Colombia necesita ser gobernado por una persona preparada, con un programa de gobierno bien estructurado y con experiencia. No podemos caer en el error en el que cayeron en Cartagena. Lo peor que nos podría pasar sería permitir que alguien políticamente inexperto e inmaduro llegue al poder.
Hay que tener mucho cuidado con seudo candidatos que predican la honestidad y se declaran salvadores, pero no están preparados para ocupar la presidencia, tal es el caso de Rodolfo Hernández.
No nos dejemos llevar por discursos populistas. La experiencia nos ha demostrado que terminan siendo un verdadero peligro para la democracia.
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