Dos mil veintidós años después, vemos como muchos judas están entre nosotros; representados en personas dispuestas a darle rienda suelta a su codicia y vender su alma al diablo por dinero. Se apoderan de los recursos de los pobres y del patrimonio del Estado; no tienen como propósito alcanzar la prosperidad general, ni trabajar en favor del pueblo, por el contrario, actúan sin pensar en el daño que causan, con tal de conseguir sus propios intereses.
Son precisamente aquellos que ocupan altos cargos en el gobierno y se aprovechan de sus posiciones para llenar sus bolsillos con los dineros que deben ser destinados a la salud, la educación, la ejecución de obras y proyectos para el desarrollo del País.
Estos Judas modernos, los encontramos dirigiendo universidades, dentro de los ministerios y los entes de control, dentro de los concejos municipales, en las calles vistiendo uniformes e insignias de policía, entre los órganos jurisdiccionales, e incluso en el palacio presidencial.
La avaricia que motivó a Judas a entregar a Jesús por unas insignificantes monedas, no ha desaparecido de la sociedad, y así como dijo el hijo de Dios: “pobre de aquel que entregue al hijo del hombre, sería mejor no haber nacido. Aquel que negocia sus principios y desvía los recursos del Estado, también es un mal nacido.
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