De la traición no se salvan ni los hombres que han jurado defender la patria, respetar la ley, o si fuere el caso, morir por defenderla. El primer almirante puesto preso en la historia de Colombia fue José Prudencio Padilla López, acusado falazmente de participar en la llamada conspiración septembrina, condenado a la máxima pena, el pelotón de fusilamiento; orden que se cumplió al pie de la letra, por provenir de Simón Bolívar. El proceso en contra de Padilla fue turbio. Al momento de la ocurrencia de los hechos Padilla se encontraba prisionero siendo materialmente difícil su participación en la conspiración. Se designó como juez único al general Rafael Urdaneta.
Padilla fue finalmente fusilado el 2 de octubre de 1828 bajo el cargo de Traición a la Patria. Bolívar decretó que sus retratos, medallas y condecoraciones fuesen destruidas, así como que su nombre fuese borrado de listas, registros, archivos y cualquier otro documento.
La eterna rivalidad entre los altos mandos de ciertas instituciones ha estado presente en temas de poder, conspiraciones, corrupción y hasta por supuestos asuntos de mujeres.
Al contraalmirante Arango Bacci le imputaron cargos de enriquecimiento ilícito y nexos con el narcotráfico. Acusaciones por las cuales el alto oficial fue detenido durante 18 meses, hasta que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia determinó que Gabriel Arango Bacci era inocente y ordenó su libertad.
A la fecha del presente escrito, no se tiene claridad absoluta de las razones que fundamentaron la empresa criminal en contra del buen nombre del almirante Gabriel Arango Bacci. Hay una orden de compulsar copias para investigar a otro almirante, Guillermo Barrera Hurtado, excomandante de la Armada, por los delitos de fraude procesal y falsedad ideológica en documento público. ¿Por qué Barrera tendría la intención de hacerle daño a Arango Bacci?, fue una conspiración por poder para ocultar a los verdaderos oficiales al servicio del narcotráfico, o sencillamente actuó por órdenes de un poderoso para complacer la sed de venganza por motivos de ego, de envidia o móviles pasionales. La verdad no se sabe, pero la suerte de Arango Bacci fue mejor que la que corrió Prudencio Padilla. Quien solo recuperó la honra de su nombre después de su muerte ante el pelotón de fusilamiento. Esperaremos a que el almirante Barrera y los otros autores de tan aberrante crimen, sean investigados y juzgados en un juicio justo que permita esclarecer la verdad, de un hecho que causó tanto daño a la Armada Nacional y a Arango Bacci.
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