JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Ex Magistrado de la Corte Constitucional
Director de http://www.lavozdelderecho.
Mientras Colombia seguía, como si de una telenovela se tratara, los vergonzosos acontecimientos protagonizados por un candidato presidencial y su asesor espiritual con el ya famoso “hacker” –al que prefiero llamar, en castellano, “técnico en interceptación ilícita de comunicaciones”-, todos fuimos sorprendidos este domingo por la terrible noticia proveniente de Fundación –Magdalena- : al menos treinta y dos niños muertos, incinerados en el interior de un bus repleto de menores que regresaban de una práctica religiosa, y otros veinte más gravemente heridos. Una tragedia, esta sí de verdad espantosa, cuyas inconcebibles características atormentan, además de las familias afectadas, a todo aquel que tenga algo de sensibilidad frente al dolor de los inocentes. En nuestras casas, ante el televisor, hemos visto y sentido correr más de una lágrima sincera, testimonio silencioso de rabia e impotencia.
Yendo más allá de la explicable tristeza colectiva, el doloroso hecho nos lleva necesariamente, además de definir responsabilidades penales –de lo que deben ocuparse y ya se ocupan la Fiscalía y los jueces-, debemos empeñarnos en reflexionar sobre las causas del siniestro y acerca de la forma de evitar hechos futuros tan lamentables y dolorosos.
Aquí nos limitamos a enunciar algunas de las muchas preguntas que nos hacemos los colombianos, cuando una vez más contemplamos a las víctimas de siempre –los niños-. Sujetos pasivos e indefensos de tantos errores y fallas de la población adulta.
¿No hay permanente inspección de las autoridades de tránsito sobre las condiciones técnicas mínimas de los vehículos en tránsito?
¿Qué pasó con el irresponsable conductor del bus, quien además de haber omitido los más elementales cuidados inherentes a su labor, afirman testigos que se fue a tomar gaseosa mientras dejó a unos niños “encargados” de inyectar gasolina al vehículo? ¿Había sobrecupo? Si el automotor venía presentando fallas y ofrecía peligro para sus ocupantes, ha debido sacar a los niños, en vez de dejarlos abandonados.
¿Qué hacían en un oficio religioso y sin sus padres o acudientes, niños de dos años? ¿Qué podían haber aprendido del Evangelio a esa edad? Algo que no entendemos: niños pequeños, que debían estar en su casa, con su mamá, asistiendo sin alguien que los cuidara, a oficios religiosos que no podían comprender.
¿Por qué el Pastor no estaba con los niños? ¿Quién contrató el bus? ¿En qué condiciones eran habitualmente transportados los menores?
Un caso de la mayor gravedad, en el que concurren muchas culpas, por acción y por omisión.