Europa ha visto de cerca el rostro del terrorismo, y el mundo entero está pendiente de lo que pueda ocurrir en una guerra que ya se ha iniciado, cuyas repercusiones son desconocidas.
El presidente francés Francois Hollande ordenó bombardeos contra el Estado Islámico desde el día siguiente a los ataques del 13 de noviembre, que arrojaron un saldo de al menos 130 muertos, además de los terroristas dados de baja, y casi 400 heridos. El líder socialista ha entrado en contacto con los principales líderes mundiales -Obama, Cameron, Merkel, entre otros- con el fin de consolidar un frente unido que lleve a cabo la campaña militar antiterrorista. En las últimas horas, Hollande se ha entrevistado con el presidente ruso Vladimir Putin, y lo que se informa hoy, como resultado de ese encuentro, es que han resuelto unir esfuerzos y coordinar acciones para crear una amplia coalición que conduzca a la eliminación de la amenaza terrorista.
Putin recordó el atentado terrorista atribuido también a Isis, contra un avión comercial en Egipto, que significó la muerte de 224 personas, y se comprometió a colaborar con Francia, tanto en el plano bilateral como en el de la coalición liderada por Estados Unidos, en contra de los terroristas. Para el efecto, estimó indispensable definir los territorios en los que se pueden lanzar ataques y aquellos en que es mejor abstenerse de efectuar bombardeos. Una distinción importante, a nuestro juicio, pues se debe evitar al máximo que, por perseguir y atacar al terrorismo, se bombardee indiscriminadamente contra la población civil, y que, como ya ha ocurrido, mueran niños, mujeres y ancianos que nada tienen que ver con ese flagelo.
No será tarea fácil para los países de occidente. Pero resulta inaplazable, según ya lo han acordado, porque las ciudades europeas –los casos de París y Bruselas así lo demuestran- están siendo presas del pánico, y la desconfianza.