Ya no es extraño que los medios de comunicación del mundo entero registren la ocurrencia de una masacre, ejecutada por uno o más pistoleros que disparan contra personas indefensas, o mediante explosivos atados al cuerpo de terroristas suicidas. París, Bruselas, Miami, Bangladesh, Turquía, Irak..., los escenarios más recientes del crimen. Lo último: en Dallas, cuatro francotiradores disparan contra policías: mueren cinco y hay seis heridos graves. Uno de los atacantes murió y al parecer hay capturados.
Había una protesta por actos que han tenido lugar esta semana en ciudades estadounidenses, cuando policías han matado a afrodescendientes. Al menos uno de ellos fue un crimen atroz, pues el policía disparó en un carro cuatro veces contra el hombre indefenso frente a su novia y a una niña de cuatro años. Las imágenes le han dado la vuelta al mundo.
Violencia que genera violencia. Violencia que multiplica la violencia. Muertos y más muertos. Sociedades supuestamente civilizadas y una época en que constituciones, declaraciones y tratados proclaman la vigencia de los derechos humanos y el respeto a la dignidad humana, miran con pánico y gran incertidumbre la posibilidad de ataques en cualquier parte y en cualquier momento. La seguridad no existe.
La sorpresa y la indefensión de las víctimas son las características de las modernas modalidades de los actos violentos, que precisamente por ello son cobardes, a mansalva y sobre seguro. Con el ánimo y el cálculo de causar el mayor número posible de muertos. El desprecio por la vida humana, la crueldad y el crimen quieren dominar. Los gobiernos, las policías y los organismos de seguridad se muestran impotentes y desconcertados. ¿ Dónde y cuándo tendrá lugar la próxima masacre ?.