Al parecer, el Gobierno, algunos congresistas y las FARC esperaban que la Corte Constitucional prevaricara. Que no fallara en Derecho. Que pasara sin examinar su constitucionalidad todas las normas dictadas por el Congreso y por el Presidente en relación con la implementación del Acuerdo de Paz.
Entonces, han salido a decir que el reciente fallo de la Corte sobre disposiciones del Acto Legislativo 1 de 2016 pone en riesgo los acuerdos y el proceso de paz. Nada más inexacto. La Corte se ha limitado a hacer lo que tenía que hacer. Dictó un fallo en Derecho, hizo valer la Constitución y garantizó la función independiente y deliberante del Congreso.
Las normas declaradas inexequibles por cuanto sustituían la Constitución establecían: 1) Que los miembros del Congreso no podían introducir modificaciones a los proyectos presentados por el Gobierno sin contar con el aval o aprobación del Ejecutivo, por conducto del Ministro del Interior, y sujetarse en todo al Acuerdo Final de Paz; 2) Que todos los proyectos, con independencia del número y materia de los artículos, tenían que ser votados en bloque, es decir, sin distinguir, sin debatir, sin controvertir, todo lo cual es de la esencia de los congresos o parlamentos. Así lo acredita la Historia y corresponde al sentido mismo de la función y de la institución.
La Corte Constitucional declaró inexequibles esos dos preceptos, contenidos en los literales h) y j) del artículo 1 del Acto Legislativo 1 de 2016. Y ello alarma a los ministros, a algunos congresistas -cuyos derechos fueron reivindicados por la Corte- y a las FARC, porque querían que nada se debatiera en el ámbito democrático del Congreso, y que todo, en bloque, se aprobara sin reparos ni análisis, contra la esencia de la separación de funciones y del papel deliberante del Congreso. El Congreso ha recobrado sus atribuciones y eso es muy bueno para la democracia.
Dicen algunos que la Corte Constitucional enredo el Proceso de Paz. Al contrario, su fallo contribuyó a que no se enrede la vigencia de la Constitución con el pretexto de la paz. La paz tiene que ser acordada, no impuesta “a pupitrazos”.