Quienes simpatizamos con las propuestas de la campaña y –sin pertenecer a su partido- votamos por el Dr. Duque, de cuya amabilidad, honestidad y buenas intenciones no dudamos, creemos que se le debe decir la verdad y que no se le presta un buen servicio mediante el incienso y el elogio. Es preferible que se percate de las falencias que se han apreciado en estos primeros meses acerca de su talante y del manejo de los asuntos a cargo de quien goza de enorme poder en un sistema presidencialista como el colombiano, con el fin de corregir lo que haya que corregir hacia el futuro.
Nos parece que el Dr. Duque debe tomar conciencia de que él es el Jefe del Estado, elegido con una alta votación, lo cual significa que asumió una inmensa responsabilidad, de suerte que recaerán sobre él –sobre nadie más- el juicio popular, el aplauso o la censura, por cuanto hagan o dejen de hacer sus ministros y funcionarios; por cuantas decisiones él mismo adopte siguiendo el consejo de sus asesores; o por cuantos nombramientos suscriba, atendiendo recomendación o solicitud de alguien.
Igualmente, debe pensar en el enorme daño que causa a su imagen y credibilidad toda política o decisión de gobierno o administración que contradiga sus propuestas, programas y promesas de campaña. Sería bueno que viera en las redes sociales -ellas no perdonan y, por el contrario, remueven la tradicional mala memoria de los colombianos- los varios videos que reproducen intervenciones públicas suyas en el Senado, en las manifestaciones o en los debates de campaña, con atinadas y bien fundadas críticas a políticas y propuestas de la administración precedente, que –inexplicablemente- hoy, ya como presidente, ha resuelto abanderar. Vea el caso de la errónea iniciativa de sus asesores tecnócratas sobre extensión del IVA a los productos de la canasta familiar, sobre gravamen a las pensiones o sobre incrementar los impuestos para las personas naturales. O el caso del aumento en los precios de la gasolina, precisamente en momentos en que, en el mundo, se presenta la estrepitosa caída de los precios del petróleo.
Su tesis de campaña en el sentido de atender las inquietudes populares y sociales, y de dialogar y concertar, con miras a solucionar los muchos problemas de la población, parece olvidada cuando, pese a las marchas pacíficas de estudiantes y profesores universitarios que reclaman el fortalecimiento financiero de la educación pública, el Presidente se niega a recibirlos y delega en la Ministra –que nada puede solucionar- , dando lugar a que las protestas sigan, muchas veces aprovechadas por infiltrados que incurren en actos de violencia e intolerancia.
El Presidente lo es de todos los colombianos, de todas las clases, de todos los sectores, y no puede pensar que satisfaciendo apenas a los gremios o insistiendo en las propuestas de los tecnócratas queda libre de responsabilidad.