Como egresado y profesor de la Universidad Javeriana, no puedo menos de expresar la conmoción y la tristeza que a todos nos produce el suicidio de un estudiante de la Institución. Una verdadera tragedia cuyas causas se desconocen, y que nos mueve a la reflexión.
El de este joven es apenas uno más de los muchos casos de suicidio que se están presentando en distintas ciudades del país, y que pasan desapercibidos en medio de las informaciones, noticias y debates en los que se ocupa la opinión pública. Según informaba hace poco el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, solamente entre enero y marzo de este año se registraron un total de 592 casos de suicidios en territorio colombiano.
En 2017, según Medicina Legal, se presentaron 2.571 casos. Otro tanto en 2018. Y señala el Instituto que casi el 70% del país sigue en un aumento en materia de suicidios. Un aumento del 10% en el país.
Fundaciones privadas especializadas en la prevención del suicidio dicen haber atendido este año más de 4000 casos de personas que han pensado o querido quitarse la vida, por depresión, por considerarse abandonadas, por extrema pobreza, por no tener mayores expectativas para el futuro, por soledad, por desempleo, por bajísima autoestima, por diagnóstico de enfermedades catastróficas, por quiebra, por frustraciones amorosas. En fin, por mil razones más. Cada uno carga su propia realidad y tiene sus propias razones.
Pero nuestra sociedad debe reflexionar. Qué está pasando para que se haya incrementado de modo tan alarmante la tasa de suicidios en Colombia? En especial: qué está pasando con nuestros jóvenes? Hay responsabilidad de padres y hogares por la falta de atención a sus expectativas y necesidades, no tanto materiales sino espirituales? Las instituciones deberían insistir en la asesoría psicológica de los estudiantes? Hay una crisis de valores, en buena parte provocada por las redes sociales y por la falta de contacto real entre los seres humanos, que se aíslan para comunicarse todo el tiempo por vía electrónica?
Todo eso puede ser. Pero ante todo, hay un problema cada vez más generalizado de depresión y angustia, casi siempre ocultas en el interior de personas que aparentan ser felices pero que en realidad no lo son.
Hay un problema en aumento: la falta de salud espiritual. Un espíritu débil es un espíritu que sucumbe fácilmente.
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