En medio de la gran inseguridad que afecta las ciudades del país, se han incrementado los casos en que, a manos de sus víctimas, mueren personas que supuestamente las pretendían asaltar, herir o matar.
Sin entrar a resolver si en cada caso ha tenido lugar en efecto la causa de justificación conocida como legítima defensa, pues ello corresponde a la administración de justicia - y cada caso tiene sus propias características-, debemos distinguir. No confundamos la legítima defensa con la tendencia a aplicar la justicia por mano propia.
La legítima defensa es excepcional. Elimina la anti juridicidad - elemento constitutivo del delito- cuando la conducta punible se comete en la circunstancia generada por una agresión actual e injusta e inminente, ante la cual es preciso reaccionar. La reacción debe ser inmediata y proporcional a la agresión.
Otra cosa diferente es que, frente al delito, las personas afectadas o no - individual o colectivamente- resuelvan prescindir de las autoridades policivas o judiciales, y aplicar ellas lo que consideran es la justicia, en muchos casos confundida con la legítima defensa y en otros con la vindicta.
Debemos tener gran cuidado en evitar que, por estimular la legítima defensa, se caiga en la aplicación de justicia por mano propia.
Es muy peligrosa para la sociedad. Y aunque se explique, por pérdida de confianza en el Estado y en la administración de justicia, carece de toda justificación. Y puede llevar a la colectividad al caos. La ley de la selva o el viejo oeste norteamericano no son propios de una sociedad civilizada.