Una vez más la violencia y el crimen desfiguran la natural nobleza del deporte. En la ciudad de Cali, el sábado, antes del clásico entre los equipos América y Deportivo Cali, hinchas de éste último -entre ellos un menor de 15 años- asesinaron a un hincha del América, en el curso de un absurdo enfrentamiento sin causa ni razón válida.
El deporte es una actividad sana por esencia, que dignifica y estimula la pacífica competencia, la amistad y el esparcimiento. La rivalidad entre los equipos y sus partidarios en el fútbol es perfectamente natural, pero debe resolverse en la cancha, durante el tiempo reglamentario, entre los futbolistas, y no tiene por qué trasladarse a las calles, ni debe dar lugar al odio, la vindicta, el ataque violento.
Las denominadas "barras bravas", que en nuestro medio dicen "acompañar" a varios de los equipos de fútbol, infortunadamente no son grupos de hinchas que animen a sus ídolos en el estadio, sino organizaciones violentas, armadas, y muchas veces delictivas, que con sus salvajes comportamientos han causado mucho daño al deporte y a la ciudadanía. Perjudican a sus propios equipos; los desacreditan; llevan a sanciones; deslucen los triunfos y celebraciones, y hacen peores las derrotas. Atacan muchas veces a sus propios jugadores, a los árbitros y a los hinchas de otros equipos; ejercen violencia contra personas ajenas a la rivalidad futbolística, y contra bienes públicos y privados. Son agrupaciones indeseables que los equipos deben desautorizar clara y abiertamente, y deberían empeñarse en su disolución.
El deporte es nobleza, sana competencia, motivo de alegría. No un símbolo de muerte y destrucción.