La lógica nos conduce a razonamientos barruntos que solo los expertos pueden resolver racionalmente. En presencia del agudo rebrote de coronavirus en la Europa Occidental, y la misma reacción que observamos o prevemos en la América, casi toda de predominante tendencia neoliberal, a uno de golpe lo asalta la idea de que algo estamos haciendo mal en el campo sanitario en este mundo del mercantilismo por esencia.
Y las preguntas siguen al pálpito: ¿Por qué China con 1.386 millones de habitantes, solo 86.184 personas registra hoy Nov/07/20 contagiadas?, en cambio India, el otro país más poblado del mundo (1.339 millones de habitantes), ¿resultan hoy contagiadas 8.462.257?
La gran sorpresa nos la llevamos en América en donde creíamos que el todo poderoso Estados Unidos tenía el mejor sistema de salud del mundo. Pues, coronavirus lo tiene patas arriba: con una población de 327,2 millones de habitantes, ya pasó la barrera de los 10 millones de infectados.
En América Latina la sorpresa es mayor: países como Cuba y Venezuela, presentados en los grandes medios de comunicación como zarrapastrosos, nos pintan la cara de ineptos a la hora de compararnos en este caso específico: Cuba, con una población de 11,5 millones, lleva registrados 7.288 contagios y Venezuela, con 29 millones, tiene un registro hoy de apenas 94.305 contagiados. Y Colombia, para cerrar la analogía pandémica, con una población de 50 millones se acerca al 1.2 millón de contagios.
En el siguiente cuadro se puede apreciar mejor los casos por millón comparados como ejemplos aquí:
Algo estamos haciendo mal, y ese algo es de política sanitaria, mercantilizada al calco en el mundo Occidental en los últimos 40 años del neoliberalismo iniciado en la era Reagan-Thatcher (1980). Si bien, no se tenía una definida política sanitaria preventiva, al menos no estaba tan definitivamente mercantilizada: en aras de las utilidades, el sistema global abandonó la prevención, entendida como infraestructura sanitaria (hospitales, clínicas y puestos de salud pública), y atención médica a la mujer, la niñez y los ancianos, más que todo.
Dos ejemplos patéticos avalan el aserto: Trump se gastó cuatro años tratando de desmontar el llamado Obamacare, o ley del cuidado de salud a bajo precio, y, en buena parte esa obsesión le pasa factura hoy en su truncada reelección.
El otro ejemplo al canto es Colombia: llevamos padeciendo un sistema sanitario 20 años, y esta es la hora en que de todo se habla, menos de cambiarlo. Por el contrario, cursa en el Congreso una reforma que lo fortalece, mientras el gobierno menosprecia el sufrimiento de la gente, la angustiosa llamada de los profesionales de la salud y la propia Contraloría General que acaba de denunciar que las EPS son la causa principal de la crisis financiera del sistema de salud al registrar un escandaloso incremento del 2.250%, en 12 años, del recobro por medicinas y servicios que pasaron de $200.000 Mlls a $4,5 Blls, sin que se hubiera registrado un aumento de las enfermedades o mejora en los servicios.
Otra institución, también oficial, el INS (Instituto Nacional de Salud) informa que entre 1998-2017, el 18,6% del total de defunciones, equivalente a 734.951 decesos, fueron “muertes evitables atribuibles al sistema de salud”. Seguramente covid-19 está aumentando exponencialmente esta macabra cifra. Y el Gobierno pensando en la salud de la economía antes que en la salud de la gente que es el motor de esa economía.
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