Los reyes le trajeron a la extrema derecha mundial un socio inigualable: Donald Trump, quien cesa en funciones presidenciales de USA este 20 de enero, pero queda con un capital político de 74,2 millones de electores que, por mucho que mengüe, retiene una semilla capaz de hacer trizas la imperfecta democracia que conocemos, “el menos malo de los sistemas políticos”, al decir de Churchill.
Esa semilla ya muestra frutos en países de Europa Occidental como Francia, España, Italia y Suecia (entre otros), traducidos en xenofobia, antifeminismo, rechazo los LGTB+, fuerte nacionalismo y, por ende, proclive al proteccionismo económico. En una palabra, todo lo que impulsó Trump entre 2016 y 2020.
En América, la semilla trumpista tiene sus frutos en Colombia, Ecuador y Brasil… Hace poco pasó la cosecha en México, Argentina y Bolivia, y nadie apostaría a que no vuelve a retoñar.
Fuera de eso, el mundo aplaude hoy el triunfo de Biden. Que nadie se engañe: el imperio sigue siendo el mismo con Trump, Biden o NN, la moraleja sigue válida: “Estados Unidos no tiene amigos sino aliados”. Y mejor la sentencia de Bolívar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”.
Este 07 de enero la agónica democracia (en UCI) parece aspirar una nueva bocanada de oxígeno al registrar la derrota de Trump, y pasa la página sin analizar el contexto de su declaración: “Si bien esto representa el final del mejor primer mandato en la historia de la presidencia, ¡es solo el comienzo de nuestra lucha para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande!": UF…
Bertolt Brecht interpreta bien estos momentos de efervescencia y calor en ‘La resistible ascensión de Arturo Ui’: "Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo, la perra que lo parió está otra vez en celo".
Que Trump sale de la Casa Blanca a la cárcel, pronostican algunos analistas con buenos argumentos: evasión de impuestos, abuso de poder y ahora conspiración. Pero esos cargos serán insumos a su alegada “persecución política” que, de vuelta, será como levadura sobre millones de fanáticos que añoran los tiempos idos de Hitler y Mussolini, íconos de un mundo que se reconfecciona a pedazos de cadáveres políticos (a lo Frankenstein).
Marx llamó ‘fantasma’ al comunismo que se esparcía por Europa en 1847. Hoy ese fantasma, lo llaman ‘polarización’ (discutible), y no solo recorre Europa sino el mundo entero. Trump será correa de transmisión de la ultraderecha a la cual habrá que oponerle el Socialismo del Siglo XXI, o como lo quieren rebautizar: Socialdemocracia, un matiz sociopolítico y económico que nació en Europa al lado derecho de la izquierda y terminó (opacado) al lado izquierdo de la derecha.
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