Los pilares estructurales de la JEP, que le han blindado de los ataques de los ‘trizas’ es, precisamente, el enunciado contenido en el punto 5º del Acuerdo de Paz: verdad, justicia, reparación y no repetición.
Pensé en ello al leer recientemente un trino del distinguido senador, Iván Cepeda Castro, ducho en estos temas como el que más, diciendo que… “Vamos a cumplir 60 años de conflicto armado, de eternas violencias…”.
Tengo suficientes años como para testimoniar que mis padres (y millones en toda Colombia) tuvieron que emigrar de su vida campesina a las ciudades en años siguientes al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (1948), cuando les hacían comer las corbatas rojas a los liberales y, viceversa, los liberales decían que los únicos conservadores buenos eran los que se morían chiquitos.
He desarrollado con la ilustre hija de Gaitán (Gloria) alguna empatía virtual, y le creo, tanto por lo que he vivido como por su calidad de testigo excepcional, que la violencia ininterrumpida en Colombia va a cumplir 73 años, el 09 de abril, y no 60, como dice el senador Cepeda.
Por alguna razón, que los historiados no han querido hurgar, se están hundiendo en el olvido esos 13 años de violencia que datan de Ospina Pérez (1946-1950) hasta Lleras Camargo (1958-1962), pasando por los gobiernos de Laureano Gómez y Rojas Pinilla, como si hubieran sido de “paz perpetua”. Eso me hace creer en el relato “memoricidio” del que habla Gloria Gaitán, un término inventado por ella, pero muy apropiado para recoger la guerra que el establecimiento desató contra su padre, en vida, y continúa 73 años después, tratando de borrarlo de la historia de Colombia, como han caído en el olvido otros próceres sacrificados, antes de y después de Gaitán.
De buena fe, no lo dudo, el senador está auspiciando el “memoricidio”, que ya no es contra Gaitán sino contra miles y miles de víctimas que en 2019 protestaron, a través de su movimiento nacional (Movice) contra el ausentismo, la desidia, el desconocimientos y el desinterés de la mayoría de congresistas” en celebrar las audiencias anuales en conmemoración de su continuado holocausto . En 2020, por la pandemia, ese acto tuvo que desarrollarse virtualmente.
Entiendo que no podamos remontarnos en la identificación y reparación de víctimas de la violencia a épocas tan remotas como Antonio Galán (el comunero) o Uribe Uribe, y ni siquiera a las bananeras. Pero de ahí a creer que las Farc-Ep nacieron en 1961 como Adán (de la nada); que su huida de Marquetalia al monte fue por rebelión sin causa, es un exabrupto histórico en la génesis ininterrumpida de la violencia en Colombia que está enterrando en el olvido a víctimas mayores de los 73, aún en plenas facultades mentales.
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¡Detengan el memoricidio!
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