La condena impuesta al magistrado Francisco Javier Ricaurte Gómez, confirma que jamás el delincuente puede quedar sin castigo. El pasar de dignatario a presidiario es un cambio fuerte, pero fue la opción de vida escogida por varios abogados que, de ocupar una posición en la magistratura, decidieron convertirse en miembros de la organización criminal llamada “El cartel de la toga”, tal vez motivados por la avaricia. Les está llegando la hora de recibir su condena. Los siguientes serán sus secuaces, quienes deberán soportar el mismo castigo por haber corrompido la sagrada Rama judicial, que la pena impuesta sirva de ejemplo para todos los ungidos por el Estado, a quienes se les ha confiado la administración de justicia, para que no actúen por fuera de la ley, que las decisiones de sus fallos sean las correctas y sin retardos injustificados, que respeten el juramento que hicieron, comprometidos a servir a la justicia y actuar conforme a ella.
No podemos permitir, que los hampones sean los que usen la toga destinada solo para hombres probos, impolutos y beneméritos, que el criminal no quede sin castigo y que el pueblo no se quede sin jueces, para que jamás tengamos que repetir la historia de ver a nuestros dignatarios convertidos en presidiarios.
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