Vivimos de dichos, es la única filosofía –a la carta-- que entiende el pueblo. P.ej., ésta, del título, que significa tener que tomar una decisión heroica porque no se ve otra salida.
La pandemia, a la que atribuimos ahora todos los males que nos agobian, solo fue el fulminante de la explosión social que, como se recuerda, se manifestó en noviembre 2019, abortada, precisamente, por la llegada de la pandemia.
Para ser honestos con la historia, la rauda expansión de la covid-19 salvó a Duque de enfrentar, un año antes, el malestar del pueblo que hoy salta a las calles abrumado por el desempleo, la pobreza, las deudas, las EPS y de contera, confinado, desafiando el mismo riesgo de la pandemia… Entre la espada y la pared, la misma no vale nada.
Resulta imposible conservar el orden de una manifestación. Es evidente que “en rio revuelto, ganancia de pescadores”: aparecen los vándalos infiltrados dentro de los protestantes, o dentro de las mismas autoridades, como excusa para proceder a repeler la protesta que ha dejado de ser pacífica.
En el fragor de la lucha quedan enfrascados los ciudadanos que solo querían protestar pacíficamente. Casi siempre, son estos los que llevan del bulto: ponen los muertos, los heridos o los judicializados que en la vicisitud, pierden su estudio, empleo y familia.
Es una lucha desigual. Por eso, loa a los que se atreven a librarla. Son los soldados desconocidos de la sociedad civil que cargan con la “culpa” de protestar contra las injusticias sociales, confrontando a la autoridad legítimamente constituida como respuesta al ataque inicial de esa autoridad. Se les acusa de vándalos, y las pruebas son contrafácticas porque se les detuvo “in fraganti” en el escenario de los acontecimientos.
Algunos los llaman “quijotes”, casi siempre en forma despectiva, porque hasta con ese INRI cargan: luchar por causas ajenas o perdidas; les dicen, también, “rebeldes sin causa”…
Caiga sobre ellos todo el peso de la justicia. Al fin y al cabo, el exceso del vengador hace olvidar la responsabilidad del agresor.
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