Es plausible que la nueva reforma tributaria (“Proyecto de Inversión Social”) haga énfasis en la reducción de la pobreza básica y la pobreza extrema… Pero, no es por el camino de los subsidios condicionados (limosnas) como se resuelve tan dramático flagelo social. Viviendo de limosna nadie sale de pobre…
Pero, de los pobres, sí viven los políticos y los empresarios: es dramática la paradoja. Si eso explica la estrategia del gobierno Duque para insistir en el “Ingreso Solidario” y la “Matrícula cero”, como subsidios condicionados, en vez de haber apoyado los respectivos proyectos de ley que se hundieron en la pasada legislatura, fue una canallada.
Es indiscutible que la demagogia y la política sin asco (la nominalmente penalizada), pelechan entre gente pobre: mientras más necesitada, mejor; en tanto que los empleadores se aprovechan de la pobreza y necesidades de la gente para obtener mano de obra barata, inclusive, por debajo del salario mínimo sin prestaciones sociales: salud, cesantías y aporte pensional. Directa e indirectamente, ese tipo de subsidios son insumos de la informalidad que, en Colombia, supera el 60% de todas las actividades productivas.
La política de subsidios condicionados es más politiquería que social. Por eso, parece un chiste cruel que el propio Presidente, en su discurso de instalación del Congreso, afirmara que su “mayor conquista social educativa” es la “Matrícula Cero”, un programa anclado más a la voluntad política del gobernante que al presupuesto general de la nación.
Corre la voz, y es cierto, que en épocas de elecciones nacionales o locales, tiemblan los pobres que viven de ayudas económicas como Sisbén, Familias en Acción y Jóvenes en Acción (ampliadas ahora con Ingreso Solidario y Matrícula Cero), porque, si no votan en la dirección que se les trazan, pierden el subsidio…
Esto recuerda la sardónica sentencia del expresidente, Miguel Antonio Caro (1892-1898), “que tiemblen los porteros”, aludiendo al famoso primer decreto de todo presidente nuevo sobre reestructuración administrativa. Como se puede ver, la intimidación electoral en Colombia es inveterada. En la reciente reforma al Código Disciplinario de la Procuraduría, y en la misma reforma tributaria, se contemplan sendas reestructuraciones administrativas.
Ya no solo tiemblan los “sisbenizados”, sino los legisladores que se opongan al deseo del Ejecutivo. Lo ocurrido con el senador de oposición, Gustavo Bolívar, y con el rompimiento de todos los acuerdos previos interpartidistas en el Congreso, es un campanazo de lo nos espera en las elecciones del 2022: Congreso y Presidente.
Si el manoseo de los subsidios condicionados, políticamente es usual, y todo indica que sí, Colombia resulta un campo abonado a los “mismos con las mismas” de que hablara Gaitán en la década del 40 del siglo pasado.
El Dane nos habla hoy, y la misma reforma tributaria, de una pobreza básica del 42,5%, y pobreza extrema del 15,1%. Estamos, entonces, frente a 21 millones de personas pobres, de las cuales, 7,5, comen solo cuando les llega la “limosna”, del gobierno. Las listas están en manos del Estado, como es obvio. Dejen volar la imaginación.
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Fin de folio. La fórmula sacramental de la democracia representativa, dice: “Todo ciudadano tiene derecho de elegir y ser elegido” (art. 40 CP). Pero sigue vigente la idea de que “el que escruta, elige”.
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