Octavio Quintero
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Hace muchos años que venimos hablando del cataclismo planetario que nos espera “a la vuelta de la esquina”. En los años 70 del siglo pasado, para asociar mi recuerdo personal con la Declaración de Estocolmo (1972), reconocida también como la Cumbre de la Tierra, a los ecologistas (hoy ambientalistas), los calificábamos (me incluyo) de “apocalípticos” por aquello de Apocalypse Now, la producción cinematográfica insignia del siglo XX.
A lo largo de la última década, los cinco emisores principales: China, Estados Unidos, la UE, Reino Unido y la India, han contribuido con el 55% de las emisiones totales. Si a los anteriores se suma los 15 restantes países del G20, su responsabilidad sube al 78% del total.
El cataclismo planetario lo seguimos asociando con un eventual desastre de grandes proporciones producido por un fenómeno natural externo… Por eso respiramos profundo estos días en que la Nasa destruyó a Dimorphos, un asteroide a 11 millones de km que amenazaba con venírsenos encima. Ahora sabemos que estos “monstruos” naturales que circundan la Tierra, no nos van a extinguir como lo hicieron con los dinosaurios hace 66 millones de años.
Es una verdad a medias hoy en día, porque esa percepción ignora que buena parte de los desastres que estamos padeciendo: sequías prolongadas, fuertes inviernos, subida del nivel del mar, sucesivos y devastadores huracanes, entre otros “fenómenos naturales”, están siendo desencadenados por la persistencia de un sistema económico capitalista, que bien pudiéramos llamar enemigo interno de la humanidad, que nos induce, sobre todo al exclusivo 1% del llamado Primer Mundo, a vivir por encima del equilibrio natural y la capacidad de resiliencia de la tierra…
Y la referencia al capitalismo no contiene, como a primera vista puede parecer, tintes ideológicos ni políticos. Ya miles de científicos de todo el mundo y todas las ideologías (si fuera posible establecerla), asocian el recalentamiento global con el inicio de la Revolución Industrial (1855), cuna del capitalismo, “responsable” –aseveran—de los fenómenos climáticos extremos que, según la ONU, desde 1970 a la fecha, su periodicidad se ha multiplicado por cinco; y por siete, sus costos, incluyendo cientos de miles de vidas humanas y biodiversidad.
Da la impresión de que, como las gentes de ayer, las de hoy siguen considerando estos argumentos cosa de ambientalistas “apocalípticos”, porque seguimos en las mismas, ignorando fehacientes testimonios de que nuestro comportamiento conduce a incrementar la temperatura global a finales de este siglo, hasta en 4,4°C, a partir de lo cual, no sería posible la vida en este mundo, tal como la conocemos hoy.
El drama es que, a juicio de los científicos, el desafío del cambio climático puede ser el más fácil de resolver, si se considera como independiente de los 9 límites planetarios descritos por los científicos: 1. Capa de ozono (mejorando); 2. Cambio Climático; 3. Pérdida de biodiversidad y extinción de especies; 4. Cambio del uso del suelo y 5. Flujo de bioquímicos (estos últimos cuatro, entrando a riesgo irreversible); 6. Uso de agua dulce y 7. Acidificación del océano (estos dos, moviéndose a zona de riesgo); 8. Carga de aerosoles atmosféricos y, 9. (¡OJO!) Incorporaciones de nuevas amenazas: cientos de miles de nuevas entidades que van desde la biogenética hasta los materiales radioactivos y microplásticos: miles de toneladas de plástico producidas anualmente, que solo 9% se recicla y el resto termina disgregándose en las aguas y el aire que consumimos, o en el mar, dañando la biodiversidad marina, tal como muestran los testimonios documentados.
Al paso que vamos, vamos mal… Después de la Cumbre de la Tierra tardamos 23 años para llegar a las conferencias sobre el Cambio Climático (COP) iniciadas en 1995; de estas llevamos 27, es decir, 27 años con la luz roja encendida, y nada de nada. La principal decisión al final de la recién COP27, fue aprobar un fondo de pérdidas y daños para los países vulnerables… Pero no dijo ni qué países son los “particularmente vulnerables”, ni que países aportarán al fondo, ni cuánto y cuándo… Una comisión se encargará de llevar un informe a COP28 (Dubái), es decir, dentro un año más, para definir estas “minucias”… Aquí cabe bien decir: si quieres no enfrentar de inmediato un acuciante problema, encárgale una propuesta de solución a una comisión.
El término antropoceno, propio de un lenguaje tecno, acuñado por los años 80 del siglo pasado, formado por los vocablos griegos, anthropos (ser humano) y kainos (nuevo) significa, ni más ni menos, que vivimos una época fuertemente impactada por las actividades humanas, tras la irrupción del capitalismo. Es decir, esta delirante Modernidad, saludada por la humanidad, a la par con la Revolución Industrial, como el imperio de la razón y la lógica, y el libre mercado, no es más irracional e ilógica, porque le faltan pocos años para acabar con el mundo y podría ser que en último instante recapacite. Y aunque uno esté próximo a bajarse del bus, no deja de preocuparle el sufrimiento anunciado para el resto de pasajeros, “nuestros nietos”, como decimos coloquialmente.
Si lográramos interiorizar esta responsabilidad colectiva, sería como advertir que la caja de Pandora está abierta, y así, pudiera ser que presionáramos socialmente, todos a una, su cierre, antes de que se nos escape, también, la esperanza.
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Fin de folio.- El principal cambio de Petro en 100 días, fue lograr que la derecha viera lo mal que dejó al país a lo largo de los años que gobernó.
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