Opinión: LA PANDEMIA SILENCIOSA. Octavio Quintero Destacado

05 Dic 2022
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Opinión: LA PANDEMIA SILENCIOSA. Octavio Quintero Imagen: La Voz del Derecho

“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis, 3:19).

Aparte de la creencia religiosa, que atribuye a Dios la frase, al expulsar a Adán y Eva del Paraíso, es lo más exacto dicho y hecho en todo tiempo y lugar.


Todavía flota en el ambiente la escueta verdad de George Kent, cuando escribió en 2008, en la web de la ONU, un artículo titulado, “Los beneficios del hambre”, en el que observaba que la necesidad y afán de los pobres por ganarse el pan de cada día, para ellos y sus familias, los hace trabajar más por menos. Y es palmario y patético: si un trabajador raso en Estados Unidos gana, en promedio, 7,25 dólares la hora, ese mismo trabajador, puesto en Colombia, por ejemplo, tendría que trabajar 24 horas para ganarse lo mismo, pero generando más beneficio económico al empleador. Es más: la base del auge económico de China, avalada por analistas de renombre mundial, radica en los bajos salarios que estimularon el desplazamiento de grandes corporaciones de Occidente a su territorio, cuando el gigante se abrió a la inversión extranjera.


La historia humana da testimonio del trabajo de muchos en beneficio de pocos. Así, resulta lógico deducir que a menor costo laboral, mayor generación de riqueza para el empleador y, con el tiempo, mayor desigualdad económica. De la esclavitud, recoge la historia, dependían los colonos británicos y holandeses para levantar sus granjas y construir los nuevos pueblos y ciudades que, al final, conformarían a Estados Unidos. Y hay más ejemplos…


El escándalo sobre “Los beneficios del hambre” fue porque los analistas, voceros interesados del poder económico, consideraron inapropiado que la ONU acogiera en su blog oficial semejante denuncia… Otra alusión académica al trabajo, incluso más dura, “La esclavitud moderna”, que se refiere a ciertas condiciones infrahumanas impuestas por los empleadores a los trabajadores, pasa por verdad sabida y tolerada en todo el mundo, sin distingos de raza, color, sexo, idioma, religión o política, como dicen. Esas condiciones laborales generan hambre: a mayor explotación laboral, mayor pobreza y hambre en el mundo.


Todos los gobiernos se dieron licencia para destinar hasta el último centavo del ingreso fiscal de sus países para poder contener la pandemia de coronavirus y sus efectos mortales sobre la población. Incluso, con el aval de sus bancos centrales y de los organismos de crédito multilateral, FMI y Banco Mundial, entre los principales, suspendieron la llamada regla fiscal, engendro del neoliberalismo occidental, que prioriza el pago de la deuda pública, interna y externa, por encima de cualquier gasto social para paliar, siquiera, la cronicidad de problemas que soportan millones de seres humanos, entre ellos, ¡hambre!


La referencia a la pandemia es que, vistas las estadísticas y comparadas las muertes, muestran que entre los años 2020 – 2021 murieron más personas de hambre que de covid-19. Se celebra que la industria farmacéutica haya acudido a desarrollar rápido una muy rentable vacuna para sus arcas; en cambio, contra el hambre, a ningún gobierno, al parecer, importa si tiene remedio o no. Algo de cierto y macabro encierra el artículo sobre “Los beneficios del hambre”.


Pasada la intensidad de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS), calcula que 15 millones de muertes pueden asociarse directa o indirectamente a la covid-19, entre las cuales, solo 6,2 millones son atribuibles directamente a la gripa causada por coronavirus.


La ONU, en su más reciente informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, indica que 828 millones de personas aguantan física hambre, y sobre el mismo informe, el director general de la OMS, Tedros Adhanom, revela que… “Cada año mueren 11 millones de personas a causa de dietas poco saludables”, un eufemismo que no alcanza a ocultar la dramática realidad. Por aparte, un informe conjunto, OCDE – FAO, de mitad de año, prevé que el año entrante podrían morir hasta 19 millones de personas de hambre, “si la reducción de la producción y la oferta global de alimentos de hoy, persiste”.


Las cuentas son claras, y ahí están para quien quiera verlas: si en dos años la covid-19 mató 15 millones de personas, y con razón el mundo todavía está atónito, en esos mismos años el hambre mató 22 millones, y el mundo… bien, gracias.


Más escuetamente, 328 influyentes organizaciones de la sociedad civil, de 75 países, advirtieron en septiembre a la ONU sobre la inminencia de una “hambre catastrófica, avivada por un cóctel mortal de pobreza, injusticia social, desigualdad de género, conflictos, cambio climático y conmociones en la economía”.


Ayer y hoy, y seguramente mañana, seguirá muriendo gente de hambre, porque la pobreza es una enfermedad social, derivada de un ascendente capitalismo asesino que, de momento, no solo nos resistimos a repeler socialmente, sino que lo cultivamos y abonamos.


No hay derecho que centenares de países, con sus respectivos gobiernos y varios miles de millones de personas, se hayan dejado aprisionar por un modelo económico que destruye el Estado, crea mayor desigualdad social, concentra la riqueza en grupos reducidos de la población a través de leoninos tratados comerciales, convirtiéndolos en importadores y consumidores compulsivos al debe; y de ñapa, les imponga “honrar” primero las deudas, antes que paliar la pobreza.


En Colombia, espejo de ese mundo neoliberal contra el que lucha el actual gobierno de Petro, los todopoderosos gremios económicos, con sus corifeos mediáticos, le exigían destinar los nuevos recursos de la reforma tributaria, primero, a bajar el déficit fiscal, antes que mitigar el hambre de 19,6 millones de personas que viven con $354.000 mensuales (75 dólares) – o menos.


Deprime el espíritu ver los medios de comunicación registrando desastres ambientales en todo el planeta; pero más deprime ver la apología que esos mismos medios hacen del modelo económico que nos empuja al abismo. ¡Es la esquizofrenita total!


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Fin de folio.- Agradezco la atención prestada a estas opiniones este año, próximo a terminar, en las que traté de ser lo más objetivo posible. Deseo a todos felices pascuas y próspero 2023. Volveré…

 

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Octavio Quintero

Periodista empírico con 57 años de ejercicio sin descanso. He prestado servicios de reportero, redactor y columnista a Caracol y RCN Radio, El Tiempo, El Espectador, La República y El Siglo. Incursioné esporádicamente en noticieros de TV. Fundador de varias revistas, como El Reportero, del Colegio Nacional de Periodistas. Miembro y directivo del CPB años atrás, cofundador dell Club de Prensa de Bogotá. Actualmente sostengo con mis propios recursos económicos y profesionales El Satélite, antes periódico físico y hoy virtual y la REDGES (Red Grupo El Satélite)

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