La frase que sirve de título a la presente nota, es famosa en Colombia. Se le atribuye a Darío Echandía, quien, en medio de la gran revuelta popular que desencadenó el asesinato del insigne líder popular Jorge Eliécer Gaitán (1948), y cuando algunos dirigentes liberales pedían la renuncia del entonces presidente Mariano Ospina Pérez, él –dice la historia-- en medio de semejante confusión, los disuadió preguntándoles: “¿El poder para qué?”.
Nunca lo he entendido. Me resulta imposible admitir que en la cabeza del más intelectual de los colombianos, en su momento, no cupiera la idea de para qué sirve el poder… A no ser –pienso hoy—que el Maestro —que también le decían-- viera que la confusa y desordenada turba, que destrozaba a Bogotá y se regaba por todo el país, como no tenía élite, desistiera de pedir la cabeza del Presidente, como de hecho ocurrió, pasados tres días de la épica vorágine.
“Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, decía el inmolado. Y sí, sin élite a su alrededor, su asesinato extirpó la llama de la revolución social que encarnaba desde la calle. Confirma, además, la macabra regla seguida por las élites del mundo entero: basta con matar las cabezas de los procesos populares (populistas, dicen hoy esas mismas élites), para sofocar cualquier intentona revolucionaria. Un mero atisbo a la historia universal en este contexto, confirma el aserto.
Esta perspicacia misma, también explica el exterminio de la Unión Patriótica (UP) en Colombia, de reciente condena como crimen de Estado… Los asesinatos de Jaime Pardo Leal (1987) y Bernardo Jaramillo (1990) no bastaron, porque ya se iban formando cuadros que seguían con la cantaleta; entonces, los asesinos decidieron matar a todos los upecistas activos… Y ahí está el intríngulis: dentro de las élites cohabitan los intelectuales, algunos disidentes del poder que ostentan, que siguen con la cantaleta de un mundo para todos, no solo para la oligarquía, sinónimo de élite, viéndolo bien.
Los disidentes, como fueron los hippies estadounidenses y los nadaístas colombianos, por ejemplo, fueron los que desde mediados del siglo pasado empezaron a cuestionar las estructuras sociales predominantes… Y hoy, giran en torno a discursos sobre los exorbitantes niveles de desigualdad social y los efectos del cambio climático. La cantaleta sigue, inclusive, a nivel de organismos de élite como el Banco Mundial, el FMI, OCDE, la OMS y demás, que sueltan con más frecuencia alertas sobre un mundo socialmente insostenible, que sigue rodando hacia el abismo empujado por élites negacionistas de evidencias más que demostradas.
Conclusión: el Caballo de Troya de las élites son los intelectuales disidentes inmersos en las mismas élites. Ergo: multiplicarlos es la ruta del cambio. ¿Cómo?: la educación, que es la puerta de entrada de las élites dominantes, también lo sería de los progresistas.
Hace años, cuando mantenía correspondencia fluida con Gloria Gaitán, último testimonio vivo –creo yo—del magnicidio de Gaitán (su padre), me confió, y no creo que sea infidencia hoy hacerlo público, que poco después del 9 de abril, el expresidente Alberto Lleras Camargo (1945-1946) dijo que “para evitar otro Gaitán” era necesario crear una universidad de alto nivel donde se educaran los hijos de la élite. Los Andes fue fundada el 16 de noviembre de 1948, siete meses después del asesinato de Gaitán y, entre otras cosas, es hoy el semillero de los intelectuales que esparcen el credo neoliberal.
Una promesa del Presidente Gustavo Petro es abrir universidades públicas, las más que pueda, y llevar a 0 el costo de la educación superior… Vamos a ver si le alcanza el tiempo, y el ministro de Educación, Alejandro Gaviria, un neoliberal de raza, precisamente, exrector de los Andes, le colabora, o pasa como otro de los tantos que desde el interior del Gobierno hacen puente al regreso de la derecha al poder, al final del mandato Petro.
Otro puntal de las élites dominantes son los medios de comunicación a través de los cuales los intelectuales bien avenidos, o sumisos, expanden su discurso en pro de la oligarquía.
El problema con los medios de comunicación en Colombia es bien complejo. Todos, los tradicionales y nuevos bien posicionados en el mundo digital, son propiedad de los grupos económicos que dominan el “libre” mercado y el Gobierno nacional. Con los medios se cumple el teorema de la profecía autocumplida: si los individuos (la prensa, en el caso presente), definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.
Por ejemplo, solo unos cuantos iniciados en cuestiones financieras saben de ‘credit default swaps’, asunto que tocó un codirector del Banco de la República en reciente congreso gremial, revelando que “se dispararon”. El quid es que esos papeles indican el riesgo de que el país pueda entrar en cesación de pagos. Dicho por un élite de la talla de un codirector del banco central, recogido y aumentado por todos los medios de comunicación, causa el pánico necesario como para que la profecía se autocumpla.
Esa noticia siguió a un previo sartal informativo sobre la encuesta de la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI), en donde se revela que las expectativas de inversión cayeron del 47,1 al 27,5 % en lo corrido del Gobierno Petro… Y la cizaña va en el título: “Los empresarios advierten que los inversionistas se están yendo”. Eso sí es para enmarcar: no han venido y ya se están yendo…
Si una de las funciones del Estado es garantizar los derechos esenciales, y si en el campo informativo la gran mayoría de medios de prensa, radio y televisión, están al servicio de intereses privados, entonces, el Estado está en la obligación de defender el derecho esencial a una información “veraz e imparcial”… La libertad de expresión de los medios particulares también cobija a los medios públicos.
Por el lado legislativo, el presidente del Congreso, Roy Barreras, elegido por el Pacto Histórico, impulsado por Petro y la vice, Francia Márquez, destapó sus cartas: ha decidido fundar su propio partido. En lo judicial, la decisión de la Corte Constitucional sobre las facultades de la Procuraduría para destituir funcionarios de elección popular, no fue un fallo sino una falla… Se rebuscó en el cajón de las razones jurídicas para plasmar una sentencia entre Sí y No: sí, la Procuraduría puede seguir sancionando funcionarios de elección popular; y no, porque es una institución inscrita en el orden administrativo. Es lo que se entiende cuando dice que la Procuraduría puede sancionar, pero la decisión no quedaría en firme mientras el Consejo de Estado no resuelva sobre el asunto. En términos del adagio popular castrense, puede disparar mientras llega la orden.
En conclusión final: la elección de Petro es solo el primer paso de un largo peregrinaje de cambio… Vamos a ver hasta dónde llega, o dejan llegar las élites, el sueño colombiano.
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Fin de folio.- 1. China propone una salida dialogada a la guerra Rusia-Ucrania; 2. Putin le parece buena; 3. Biden dice: si a Putin le parece buena, entonces es mala. Título: ¡Que viva la guerra!
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