Con el tiempo, el término “oveja negra”, fue adaptado para señalar y más bien discriminar a un miembro diferente dentro de un grupo familiar. Llegando hasta el punto en que el merecedor del título “OVEJA NEGRA”, recibía el remoquete, como consecuencia de su comportamiento negativo y generalmente constitutivo de vergüenza para el resto de la familia. Prácticamente, era tal el rechazo que la ovejita oscura se mantenía en el anonimato y en ocasiones se hacía necesario negar el parentesco.
A muy temprana edad, viví la experiencia de ser estigmatizado, por culpa de una oveja negra, pariente de mi madre. Se trataba del controvertido político tolimense Alberto Santofimio Botero. Aún recuerdo que al mencionar mi apellido materno las personas de mi al rededor no se abstenían a preguntar sobre la relación que existía entre el polémico político y mi persona. Además, la suerte no me acompañaba porque el apellido “Santofimio” es poco común y esta regionalizado en el Tolima.
“Blanco es gallina lo pone” y el parentesco surgía…
El personaje al que me refiero, algunos lo alagaban como el mejor orador de todos los tiempos, mientras otros lo censuraban y señalaban de ser el mentor político de Pablo Escobar y de ser el determinador de la muerte de Luis Carlos Galán.
De las ovejas negras no se escapan ni las más distinguidas familias. Es posible encontrar al menos un pariente que sea así señalado hasta en la realeza, en el gobierno y en cualquier estadio social. Es cierto que la responsabilidad penal es individual, pero la sociedad tiende a estigmatizar las conductas inmorales o los delitos cometidos por nuestros familiares. A los ojos de Dios y a los de la justicia, no somos responsables, pero ante la lengua de la gente toda su familia es culpable. De una oveja negra en la familia ¡líbranos, señor!
No podemos incriminar en las acciones de una persona a sus padres, hijos hermanos; no es justo que el honor y la honra de una familia sea cuestionada y pisoteada por los hechos de un solo miembro, más cuando no existe una forma de evitar el actuar de otros. Actualmente, hay más que simples “ovejas negras”, gracias a la diversidad, existen ovejas rosadas, púrpuras y hasta con el color del arcoíris. Aun así, la responsabilidad y la decisión de escoger el camino del bien o del mal es individual.
No debemos contribuir a revictimizar a las familias que padecen el dolor de estar en los titulares de los medios de comunicación, como consecuencia de un acto contra la moral o contra la ley que haya cometido uno sus miembros. Nadie está a salvo de cometer errores, pero los parientes no pueden ser juzgados o cuestionados sólo por tener el mismo apellido de quien los cometió.
El que esté exento de tener en su familia una oveja negra, ¡que tire la primera piedra!
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