Aun quienes presumen de la mayor dureza no dejan de sentirse afectados -muchas veces hasta las lágrimas-, al contemplar los cuerpos de cientos -ya miles- de menores muertos, heridos o mutilados en el curso de los ataques aéreos y terrestres de las tropas israelíes; los rostros de niños angustiados, desesperados, aterrorizados, ante sus padres y familiares asesinados, sin tener culpa alguna por las actividades terroristas de Hamás; el dolor inmenso de padres y madres ante sus hijos fallecidos o a punto de morir; la impotencia de médicos y enfermeras por la insuficiencia de medicamentos, de anestesia, de energía, para poder atender a los heridos que siguen llegando sin cesar después de cada bombardeo.
Es indudable que Israel tenía el derecho de reaccionar contra Hamás, como Estado agraviado -y no de cualquier manera- por los execrables crímenes cometidos durante el sorpresivo ataque del día mencionado y los siguientes -en especial, ante los asesinatos de personas inocentes que participaban en una presentación musical; y que también tiene el derecho de reclamar la liberación de todos los rehenes en poder de la aludida organización. Pero nada justifica, a la luz de los pactos y tratados sobre Derechos Humanos, ni ante los principios y reglas del Derecho Internacional Humanitario (D.I.H.), que ordene y lleve a cabo -ya a lo largo de dos meses- ataques indiscriminados contra la población civil, sin un adecuado criterio de proporcionalidad -que es un elemental principio jurídico cuando se habla de legítima defensa-, y sin distinguir entre los integrantes de Hamás y los palestinos -por el hecho de serlo, como si todos fueran terroristas-, ni que haya involucrado en su reacción armada a la población civil de Gaza, sin el más mínimo estudio ni consideración acerca de las muchas víctimas -inocentes y ajenas al conflicto- que podría causar, como en efecto está causando, y entendemos que se propone seguir causando. Vulnera las normas internacionales e incurre en verdaderos crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Lo que viene ocurriendo ya no es propio de la defensa, ni siquiera de la guerra. Es, sencillamente, un genocidio, que está siendo rechazado en distintos países, por millones de personas que protestan, incluidos muchos israelíes que no entienden cómo niños y hasta bebés recién nacidos están cayendo bajo el fuego indiscriminado en el que persiste su gobierno.
Algo increíble y paradójico: se anuncia que, por causa de los ataques y el conflicto armado en desarrollo, durante la Navidad de 2023 no será celebrado en Belén el nacimiento de Jesús.