Ni más ni menos, se trata de un reclamo urgente, indispensable, con sentido humanitario, fundado en la razón y en el Derecho, que Israel y las potencias que lo apoyan no han querido atender. Lejos de ello, Estados Unidos vetó un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre cese al fuego, propuesto por Brasil y aprobado por doce de sus quince miembros.
Ya perdimos la cuenta del número de civiles inocentes -niños, adolescentes, mujeres, adultos mayores, médicos, periodistas- que han muerto, víctimas de los bombardeos o los disparos de las fuerzas israelíes, en el curso de una sangrienta operación militar que ya no se puede calificar como guerra, ni como defensa. Hoy por hoy, el mundo presencia, en vivo y en directo, un genocidio. Una abierta y deliberada vulneración de los derechos humanos y de los más elementales principios y reglas del Derecho Internacional Humanitario.
“La matanza y mutilación de niños, el secuestro de menores, los ataques a hospitales y escuelas, y la denegación de acceso a la ayuda humanitaria son graves violaciones de los derechos de la infancia”, declaraba el 24 de octubre Adele Khodr, directora regional de UNICEF para Oriente Medio y el Norte de África. Ella hacía un llamamiento urgente “a todas las partes para que acuerden un alto al fuego, permitan el acceso de la ayuda humanitaria y liberen a todos los rehenes”. Estamos en diciembre y, lejos de aliviarse, la situación es cada día más grave. Las informaciones que se reciben son impresionantes: destrucción, angustia, dolor, muerte, abandono.
El 6 de diciembre, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en un bien sustentado documento presentado al presidente del Consejo de Seguridad, resalta: “La población civil de toda Gaza corre grave peligro. Desde el inicio de la operación, más de 15.000 personas han muerto, más del 40% eran niños. Otros miles han resultado heridos. Más de la mitad de las viviendas han sido destruidas. Alrededor del 80% de la población de 2,2 millones se ha visto obligada a desplazarse a zonas cada vez más pequeñas. Más de 1,1 millones de personas han buscado refugio en instalaciones de la UNRWA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos) en toda Gaza, creando condiciones de hacinamiento, indignas y antihigiénicas. Otros no tienen no tienen dónde refugiarse y se encuentran en la calle. Los restos explosivos de la guerra están haciendo que haya zonas inhabitables. No existe una protección eficaz de los civiles”.
De nada sirven, entonces, los pactos y declaraciones internacionales, ni lo estatuido en las normas que integran el DIH, Ni la Corte Penal Internacional, si el genocidio -apoyado por las potencias- continúa. El Derecho no puede ser simplemente teórico.