Pues bien, en uso de ese derecho, me permito exponer mis opiniones sobre algunos asuntos de interés general sobre los cuales cabe reflexionar:
-No estoy de acuerdo en que Francia, sin ninguna necesidad y en contravía del mensaje de mutuo respeto que dijo querer trasmitir al mundo, haya usado la ceremonia de instalación de los juegos olímpicos de 2024 para ofender al cristianismo y a Leonardo Da Vinci, mediante una burda pantomima, a cargo de homosexuales, sobre la Última Cena de Jesús. Todas las religiones y creencias, sus imágenes y sus símbolos, merecen respeto. La libertad de expresión no es absoluta. En su nombre no pueden ser vulnerados los derechos de los demás, ni ridiculizadas las creencias religiosas.
-No estoy de acuerdo en el estruendoso aplauso a Benjamín Netanyahu, Primer ministro de Israel, en la sede del Congreso de los Estados Unidos, cuando ese señor ha dirigido y sigue dirigiendo –contra el Derecho Internacional Humanitario y desatendiendo claras advertencias de la Corte Internacional de Justicia y de las Naciones Unidas- un verdadero genocidio en Gaza, asesinando a miles de civiles palestinos, hombres, mujeres, niños y ancianos totalmente indefensos y ajenos al conflicto. Viajó a Washington solamente para pedir más armas.
-No puedo estar de acuerdo en que un presidente en ejercicio y en busca de reelección -hablo de Nicolás Maduro- haya amenazado públicamente a la ciudadanía con una guerra civil y un baño de sangre, si perdía las elecciones. Tampoco puedo compartir que a ciudadanos venezolanos residentes o exiliados en el exterior se les impida el derecho al sufragio. No me parece leal el cierre de fronteras, orientado al mismo propósito, ni es un acto de transparencia que se haya impedido a observadores extranjeros -inclusive expresidentes de varios países- el arribo a territorio venezolano.
-Nunca he compartido la figura de la reelección presidencial, menos aún para un presidente en ejercicio. Rompe todo equilibrio. Quebranta un elemental principio de igualdad entre los candidatos, ya que el titular del poder goza de todas las ventajas, como lo vivimos en Colombia tras la reforma constitucional de 2004, afortunadamente derogada en 2015.
Comparto plenamente lo escrito por Lord John Acton: “El poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente”.
-No estoy de acuerdo en que el principio de oportunidad sea utilizado para manipular a la Fiscalía, combinando su solicitud -por parte de delincuentes confesos que aparecen como si fueran víctimas- con campañas mediáticas que, por capítulos e inclusive con filtraciones de diligencias judiciales reservadas, procuren la mayor impunidad posible en casos de enorme corrupción y actividad delictiva. No se olvide que, según el artículo 250 de la Constitución, esa figura es excepcional y su aplicación está sujeta al control de legalidad por parte del juez de control de garantías