En el año de 1986, Margaret Humphreys, trabajadora social y escritora, nacida en Nottingham (Inglaterra), fue abordada por una mujer australiana que aseguraba haber sido tomada a la edad de 4 años de un hogar de niños en Nottingham y enviada en la década de 1950, en barco, hasta Australia.
CINE Y DERECHO.- “ORANGES AND SUNSHINE”. Por Clara Patricia Montoya Parra. Destacado
Señora Humphreys: “Nadie ha sugerido ni por un momento que las personas que usted representa no hayan sufrido, pero debe considerarlo en su contexto histórico. Lo que se hizo fue hecho con las mejores intenciones. Estos niños fueron enviados a orfanatos sin eludir responsabilidades. Sus situaciones familiares no eran las ideales”. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunos padres tuvieron que dejar temporalmente a sus hijos al cuidado de albergues mientras enfrentaban la dura guerra; sin consultarles, el gobierno –bajo el pretexto de buscarles una vida mejor- desterró más de 130.000 niños británicos que repartió por Canadá, Nueva Zelanda, la antigua Rhodesia y Australia. La política gubernamental de deportación de niños, se extendió hasta 1970.
Foto de Margaret. www.theguardian.com
Ella necesitaba saber si la señora Humphreys, para ese entonces trabajadora social para lo protección de niños, podía ayudarla a encontrar la identidad que perdió cuando fue separada de su natal Inglaterra. Pocos días después de ese episodio -al que le restó importancia- en una sesión de terapia de grupo dirigida por Margaret, escuchó de uno de los miembros del grupo, la misma trágica historia. La víctima del segundo relato a propósito de los niños deportados por Gran Bretaña, aseguraba tener un hermano en Australia a quien no veía desde la niñez y que ella y su pequeño hermano habían sido separados de su madre so pretexto de su muerte.
Margaret Humphreys encendió las alarmas y comenzó a investigar estas denuncias. Terminó descubriendo que Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial promovió una política escabrosa orientada a poblar sus colonias en el mundo –entre las cuales se encontraba Australia- arrancando con engaños a miles de niños británicos de los brazos de sus padres.
Foto de: www.youtube.com
Niños migrantes británicos bajando del barco en Australia.
Ante esta desconcertante realidad, la señora Humphreys decidió, con la firmeza y determinación de las personas que no aceptan la injusticia, meterse de lleno en la investigación de los datos de la mujer australiana que la inició en este viaje sin retorno y logró ubicar a su madre en Inglaterra. Madre e hija se reencontraron -40 años después- y aclararon las dudas mutuas a propósito de la separación familiar; dilemas existenciales nacidos de las mentiras de una política gubernamental –inhumana- orientada a poblar el pedazo de mundo del cual se sentían los británicos, únicos amos y señores.
Y así comenzó la aventura de una pareja –iniciada por la sensibilidad de Margaret- quien emprendió de la mano solidaria de su esposo, un camino de apoyo, camaradería, humanidad, agudeza mental y espiritual, conocimiento, entrega y entereza, encaminado única y exclusivamente a defender la supremacía de la verdad por encima de cualquier interés político pasado o futuro que pudieran tener los gobiernos de Australia y Gran Bretaña por tratar de ocultar las consecuencias públicas de sus decisiones históricas, vestidas con el ropaje de haber sido tomadas “con las mejores intenciones”.
Imagen de: www.telepraph.co.uk
Niños migrantes partiendo a la tierra prometida. La tierra del Sol y las naranjas.
Margaret decidió viajar a Australia -la tierra prometida, la tierra del sol y las naranjas- con el único propósito de escuchar las historias de los otrora niños que transformados en adultos atormentados por los recuerdos de su niñez, necesitaban conocer con exactitud que sucedió.
Empero, tras las narraciones de las víctimas, Margaret se derrumbó moralmente frente a las impresionantes historias de horror que escuchó: los niños vestidos con sus mejores ropas, acompañados por sus juguetes y algunas fotos, fueron transportados masivamente en barcos bajo la promesa de viaje de vacaciones. Sin embrago, en Australia los hermanos fueron separados; muchos niños murieron en el barco; para castrarles de raíz su deseo de retornar a los brazos de sus padres, los niños fueron engañados con la mentira de que sus progenitores estaban muertos o eran hijos de prostitutas británicas que no los querían y los habían rechazado; algunos fueron ultrajados, maltratados y violados por sacerdotes católicos de congregaciones como la de “Keaney Colegio” en Bindoon (Australia Occidental) dónde fueron llevados y, la mayoría fueron convertidos en esclavos.
Imagen de traffiking
Los niños migrantes en el barco y bajando del barco. Imagen de: childrenwordpress.com
Pues bien, la película “Oranges and Sunshine” basada en el libro escrito por la señora Humphreys, nos trae la historia de Margaret Humphreys y los miles de niños deportados de Gran Bretaña hasta Australia.
Imagen de: www.childmigrantstrusts.com
Margaret Humphreys y su esposo Merv (interpretado por el actor inglés Richard Dillane) dedicaron sus vidas al reencuentro de las familias y a buscar apoyos de los gobiernos de Australia y Reino Unido para brindarles seguridad y confianza a los niños migrantes, quienes convertidos en adultos, tenían derecho a saber la verdad.
Foto de: www.toutube.com
Margaret Humphreys, el director de la película Jim Loach y la actriz Emily Watson.
La batalla en el cometido de este propósito se nos presenta difícil. Pese a que Margaret comienza esta lucha en el año 1986, sólo hasta el año 2009 en el Parlamento de Canberra, el Primer Ministro de Australia, Kevin Rudd, pide perdón; lo propio hace el Primer Ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, en la Cámara de Comuneros en el año 2010. Es decir, pasaron más de 20 años desde que la señora Margaret Humphreys destapará el horror vivido por estos niños para que los dos gobiernos se disculparan y reconocieran los errores de lo ocurrido.
A propósito de esta dificultad, en una de las escenas de la película, se reúnen los esposos con representantes de los dos gobiernos implicados y el diálogo no parece ser alentador. Los representantes de los gobiernos dirán: “Señora Humphreys, nadie ha sugerido ni por un momento que las personas que usted representa no hayan sufrido, pero debe considerarlo en su contexto histórico. Lo que se hizo fue hecho con las mejores intenciones. Estos niños fueron enviados a orfanatos sin eludir responsabilidades. Sus situaciones familiares no eran las ideales”.
“La sensibilidad moderna podría sugerir un mayor esfuerzo para poder mantener a las familias juntas. Pero en ese tiempo se consideraba mejor dar a los niños un nuevo comienzo”.
Y le objetarán los esposos: “Estas personas fueron deportadas siendo niños pequeños, han sido privadas de sus familias y sus identidades. Debemos ser capaces de decir a estos adultos que están a salvo. Deben ustedes hacerse responsables de lo que les pasó a estos niños. Ellos sólo quieren saber quiénes son”.
En esta lucha por visibilizar a las víctimas y brindarles apoyo, la señora Margaret Humphreys fundó la “Child Migrants Trust” www.childmigrantstrust.com que sigue batallando por unir las familias separadas, en cumplimiento de la otrora política gubernamental de Gran Bretaña, la cual se extendió inexplicablemente, hasta el año 1970.
Por lo demás y pese al drama, vale la pena resaltar el personaje de Len (interpretado por el actor de cine y televisión australiano David Wenham) superviviente de este horror -que no obstante su dolorosa historia- tan atormentada como la de todos los niños migrantes que pasaron por el “Keaney Colegio” en la llamada “Ciudad Bindoon Boys” se resistió a ser tratado con lástima y compasión. Len, tiene la claridad mental del adulto que le da valor y fuerza para resistir los ultrajes de la vida, conserva el coraje y el arresto suficiente para no perder el tiempo atascado en la miseria humana y, pese a conservar con diáfana lucidez los recuerdos de los hechos oscuros que construyeron la gran pesadilla que le tocó vivir, acepta que no vale la pena sufrir. Len no solloza, el mismo dirá que tuvo “que dejar de llorar a los 8” y no sabe cómo llorar ahora, que es una adulto.
Len transformó la hostilidad vivida en su niñez, en una grandiosa oportunidad para ser feliz. No perdió de vista a ciudad Bindoo, pero tuvo la capacidad de observarla con mente reflexiva y mordaz porque entiende que no vale la pena lamentarse. Sí, es verdad, en ese lugar su niñez fue despreciada por quienes tenían la obligación de protegerla y sin embargo ¡llorar! ¿Para qué? Lo abandonó su país cuando lo deportó y lo separó con engaños de su madre y lo despreciaron también, unos adultos de sotana negra, investidos de todos los poderes morales y protegidos por el Vaticano. Él pudo como los otros niños, víctimas de esta miseria humana, decir: “Quién se va a preocupar de mí. Yo no soy nadie”, pero en su mente que no en su corazón, resolvió su experiencia a la inversa ‹‹los demás, no son nadie y no vale la pena detenerse por ellos››.
En la película, Len invita a Margaret a conocer en el desierto australiano el “Keany Colegio en Bindoon” y anticipándose al lugar, le propone bajar de su camioneta, para que vea desde un alto el orfanato donde acontecieron los hechos más siniestros contados por los niños migrantes. Él le contará que por esas carreteras polvorientas de Australia, iban 40 o 50 niños llorando por sus mamás, convencidos de haber llegado al fin del mundo. También le dirá que gran parte de Bindoon, fue construida por ellos siendo apenas unos niños: “Nosotros pusimos cada roca de esa construcción”.
Imagen de: cine-invisible.blogs.fotogramas.es
Y, sin asomo de tristeza o con la tristeza enterrada en lo más profundo de su corazón, le confesaría a Margaret –por fin- que Bindoon, tal y como ella lo está verificando, es un lugar apartado de la civilización, no hay casas, solo maleza. Nadie encontraría esa institución, le dijo Len a Margaret, tratando de hacerle comprender, lo desamparadas e impotentes que quedaron sus vidas cuando llegaron a ese lugar. Un sitio remoto donde unos niños británicos desterrados de su país y sin amparo de un familiar, quedaron a merced de los llamados “hermanos” de la congregación religiosa de origen católico: “El me esperaba al anochecer. Él se encariño conmigo, era su favorito. Solo pensé en sobrevivir. Esto se acabara, pensaba. Malditos años”.
Imagen de whenhamania
Las historias narradas por los niños migrantes están documentadas en el libro de la señora Margaret Humphreys “Oranges and Sunshine” pero de todas, la que más llamó la atención del guionista de la película Rona Munro, fue la de Len por su dignidad y la forma serena como decidió enfrentar sus demonios. No obstante, contrasta con el dolor inmenso que llenó el corazón de otros niños migrantes, al narrar siendo unos adultos, su travesía por la “Ciudad de Bindoo Boys”.:
“El cemento nos quemaba los pies, estábamos descalzos. El cemento podía quemarnos las grietas en nuestros pies y las heridas de nuestras manos y rodillas”.
“Todo el día bajo el sol sin descanso ni agua. Yo tenía 9 años y ya levantaba rocas tan grandes como mi abdomen. Y él nos gritaba: inútiles, débiles, flojos, miserables, hijos de zorras. Construimos las estaciones de la cruz, pero ¿quién fue crucificado? ¿Dígame quién?
Imagen de if.com.co
Camino de la cruz hasta llegar al Monasterio de Bindoo.
“Oíamos a uno de los hermanos venir. Sus pasos en el suelo de madera. Estábamos acostados mojando las sabanas. Pensando, por favor, Dios que no venga por mí”.
“Te obligaban a desvestirte y subir a la mesa con todos los otros viéndote. Pensaba ¿Quién se va a preocupar por mí? Yo no soy nadie”.
“No sé a dónde creí que huiría. No había nada en kilómetros. Él me persiguió a caballo y al atraparme me ató a un árbol y él…No lo vas a creer. Él abusó de mí. No importaba si me despedazaba, seguía golpeándome”.
Nota al margen.- En el año 2012, el gobierno de Australia, creó una comisión para investigar las violaciones reiteradas, sufridas por los niños migrantes de Gran Bretaña, en la Congregación de los hermanos cristianos, entre 1947 y 1968. Once adultos dieron sus testimonios recordando los abusos psicológicos padecidos. Uno de ellos, Hennessey, narró como los “Hermanos” buscaban en el día o en la noche, a los niños, para abusar de ellos. Otro dijo que los sacerdotes establecían competencias para ver cuál de ellos violaba una mayor cantidad de niños.
En el año 2013, fueron imputados por estos delitos cuatro sacerdotes y uno de ellos fue sentenciado a solo 3 años y medio de cárcel. La Congregación pidió perdón en el año 1993, por aquello de que pedir perdón se volvió costumbre.
No obstante, la Policía de Nueva Gales del Sur en Australia, acusó públicamente a la Iglesia Católica de encubrir los casos de pederastia presuntamente organizada, tratar de silenciar las investigaciones y destruir pruebas fundamentales, tratando de evitar la investigación y el desarrollo de los procesos judiciales. Incluso se les acusa de haber alquilado niños de la congregación por fines de semana para uso de pederastas reconocidos en Australia.
El Cardenal australiano George Pell, uno de los investigados por encubrimiento, dijo el 1 de junio de 2015, estar dispuesto a comparecer ante la comisión de investigación que está adelantando la pesquisa a propósito de los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia Católica en Australia entre los años 1946 y 1970. Pell anunció “ruido de abogados” y su comparecencia en respuesta a la denuncia que en un canal australiano llamado “Nine” hiciera Peter Saunders el domingo 30 de mayo, en su calidad de miembro de la comisión vaticana de protección de menores y en su condición de víctima, en la que declaró que Pell vendió su silencio.
Cardenal George Pell
Imagen de: indepent.co.uk
Sauders, dijo que Pell actuó con "frialdad e indiferencia, diría incluso que como un sociópata" hacia las víctimas de agresiones sexuales. Agregó que "George Pell es cardenal de la Iglesia y su autoridad es, por tanto, inmensa en el Vaticano. Sería una enorme piedra en el zapato del papa Francisco si le autorizaran a permanecer en su cargo" (…) “Es vital que se le aparte, se le reenvíe a Australia y que el papa tome medidas severas contra él”.
El cardenal George Pell, fue nombrado el 24 de febrero de 2014, Primer Prefecto de la Secretaria de Economía de la Santa Sede, es decir, el tesorero del Vaticano.
Clara Patricia Montoya Parra
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