Comenzaremos por decir que, transcurridos 22 años de la muerte del padre, era aceptable reconocer que la responsabilidad del resultado la tenía que asumir enteramente el abogado asesor recomendado inicialmente por una de las herederas. Pero, en ocasiones, la compartían por partes iguales con el abogado, la madre y algunas herederas que lo terminaron apoyando activamente en el diseño y ejecución de las argucias. No obstante, como se podrá verificar, dada la habilidad del abogado para mentir y salir bien librado de su responsabilidad, echaba en cara de este resultado a la única heredera que no se dejó confundir con su habilidad para engañar.
En primer lugar, con esta publicación pretendo llamar la atención a las familias, para que los hijos y los cónyuges sobrevivientes razonen antes de acudir a los abogados que prometen resultados y garantizan gestiones por fuera de la práctica profesional. En el caso que nos ocupa, fue el abogado quien al final se quedó con la mayor cantidad de dinero del trabajo de toda una vida del padre, después de haber destruido con su asesoría, los frágiles lazos emocionales que unían a la madre y los herederos. Otro abogado éticamente formado, hubiera sabido detener a sus clientes en lo pretendido por ellos, si a la luz de la dignidad humana su asesoría implicaba dejar en la miseria a un par de herederos.
Esta historia no se narrará cronológicamente y no hará falta como los lectores se podrán dar cuenta, pues no se trata de transcribir los expedientes que dan fe de lo acontecido, sino de ir más allá, narrando escenarios emocionales que se iban dando de forma paralela y que el abogado administró habilidosamente en pro de los intereses de sus clientes, aun cuando eso les significará la ruina moral, afectiva y económica a otros herederos con iguales derechos.
En segundo lugar, pretendo desarrollar el concepto del engaño. Ya que el tema que nos convoca es la trampa, la argucia, el engaño, como el arma más usada por el abogado. Tal como lo narraré, este intento deliberado de ocultar o manipular la información, fue tan eficaz como contraproducente, porque si bien lograba el resultado de inmediato, este resultado ya fuera parcial o definitivo, tarde o temprano haría surgir mayores problemas jurídicos y emocionales entre los herederos.
De modo que, en el esfuerzo de desmontarle el entramado que orquestó, quedaron implicados años y un desgaste innecesario para todos los miembros de la familia, por lo que la lucha en los estrados judiciales se eternizó. También se revisarán los fallos en algunos estrados judiciales para evidenciar que el abogado terminaba convirtiendo a la administración de justicia en un aliado cuyo resultado en algunos casos y gracias a fallos definitivos, le hacían creer a sus clientes que tenían la razón. Y, toca reconocerlo, poco a poco sus clientes fueron sus mejores aliadas al punto que robaron hasta donde la fuerza del engaño les alcanzó y una de ellas, mujer casada y con hijos adolescentes, se rindió ente las mieles del amor…pero no con su esposo, sino con el abogado.
Es claro que una mentira necesita de otra mentira para sobrevivir. El abogado era diestro en escalar montañas de mentiras, construir entramados, garantizar alianzas con jueces y todo lo que pudiera servir para obtener el resultado favorable. Hablo del resultado sin tener el favor de la ley que es por lo que algunos clientes pagan millones, y -al parecer- es la única forma de obtener la “supuesta” administración de justicia. ¿En qué momento se volvió un horror acudir a la administración de justicia colombiana? El abogado de esta historia conocía que ésta no pasa por los códigos ni las aulas de derecho sino por el favor, la prebenda, la visita al funcionario, el amigo común, la coima y... cobraba por ello. En otras palabras, por poner el fallo favorable de un juez sobre la mesa de su cliente, bien valía la pena el honorario cobrado.
La narración de la historia acompañada de pruebas pretende visualizar aquello de lo que son capaces las personas codiciosas, entendida la codicia como la ambición pervertida de quedarse con los bienes de los demás. No solo el abogado sino sus clientes llevaron esta historia a escenarios dignos de ser contados y es la de millones de historias que viven los colombianos por cuenta de los abogados que garantizan los resultados aún sabiendo de antemano que ni la ley ni un mínimo de valores humanos les dan la razón.
DATO PARA TENER EN CUENTA:
EL ENGAÑO. -
“El engaño se define como el intento deliberado, exitoso o no, de ocultar, generar, y/o manipular de algún otro modo información factual y/o emocional, por medios verbales y/o no verbales, con el fin de crear o mantener en otra(s) persona(s) una creencia que el propio comunicador considera falsa1”
Hablamos de una información deliberadamente alterada para engañar a otra persona. No se trata, pues, de una persona que, por problemas de competencia o capacidad, distorsiona los hechos narrados. No. Para que se dé el engaño, es necesario que exista la intención, el propósito de engañar, aun cuando no se obtenga el resultado. Así, el engaño está en la intencionalidad. Puede suceder que el receptor del engaño nunca lo descubra y, sin embargo, la intención de engañar existe. Por lo tanto “La cualidad objetiva de un mensaje como veraz o engañoso no tiene pues nada que ver con que sea detectable (o con la existencia de pruebas que favorezcan la detección), sino sólo con la intención del comunicador, que altera deliberadamente la información”.
1. Masip, J., Garrido, E., & Herrero, C. (2004). DEFINICIÓN DE ENGAÑO. Anales de Psicología / Annals of Psychology, 20(1), 147–172. Recuperado a partir de https://revistas.um.es/analesps/article/view/27631
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