Diremos que la asamblea comenzó ese 27 de abril y se suspendió inmediatamente después de la lectura del orden del día y así se suspendió tres veces más con intervalos de 3, 4 o 2 días e invariablemente bajo solicitudes presentadas siempre por la familia Cantor. Los Yanacona y su abogado Ratta no querían que Corina Páez les adjudicara la dilación de la reunión a ellos y querían parecer como otras víctimas de las suspensiones por lo que se mantenían en silencio. La primera vez Soraya Cantor alegó que se le había presentado una fuerza mayor inexcusable; la segunda vez, Soraya exigió los poderes con los cuales actuaba Gertrudis y Ratta dando imagen de rigurosidad allí donde solo había necesidad de tener días adicionales para cerrar el negocio con los Cantor, respondería de inmediato que era necesario suspender la asamblea hasta que el documento fuera aportado. La tercera vez, el gerente Pedro Cantor había llamado diciendo que no alcanzaba a llegar y su presencia era imprescindible porque siendo el administrador y estando incluido como punto del día la aprobación de los estados financieros al cierre del 31 de diciembre del año anterior no podía faltar. Sin embargo, Corina ante esta nueva suspensión protestó exigiendo respeto y consideración ante la pérdida de tiempo que la dilación le estaba generando. Molestia que para Ratta no pasó inadvertida por lo que en la cuarta fecha ya no se leyó el orden del día. Ya no estaban presentes los Cantor a excepción claro está de Pedro Cantor. Como novedad diremos que se encontraba una mujer joven que Ratta presentaría como su hija, se trataba de la abogada Luna María Ratta Mendieta, quien representaría en esa asamblea a Magalí que pese a estar con abogada, estaría presente.
Después de las presentaciones, Ratta tomó la palabra y le anunció a Corina -porque la puesta en escena se había montado únicamente para ella y la familia Páez- que hubo una cesión del 100% de las acciones de propiedad de Soraya y su madre en favor de las señoras Magalí Yanacona y su madre, la señora Norma Parrado de Yanacona. De todos era sabido que Doña Norma era una ama de casa que no producía dinero y que dado el litigio en el que se convirtió la sucesión de su esposo por cuenta de la gestión nefasta de su abogado y la ambición de varias de sus hijas, vivía hasta ese momento del dinero de quienes la habían metido en semejante tinglado. Dependencia cruel, cuando pudo haber tenido la mitad de todo y envejecer en paz. Pero esa opción no se la darían las ambiciosas hermanas Yanacona. Surgía necesariamente el interrogante ¿cómo había comprado acciones Doña Norma Parrado de Yanacona de una de las empresas más grandes de licores y abarrotes de Colombia? La verdad se conocería dos años después y la fuente era confiable porque la información había salido del mismísimo exmarido de Gertrudis quien había buscado personalmente al señor Páez ya restablecido de su infarto, para contarle la historia de aquel testaferrato. Dijo el exmarido enfurecido que convencido por su esposa y su amante –Ratta- había puesto el dinero para la compra de esas acciones sin saber que Gertrudis lo engañaba con el abogado. Iracundo resaltaba que también lo habían convencido de usar el nombre de su suegra para que figurara como titular de las acciones recién adquiridas en la empresa, mientras se apoderaban del 100% de la compañía. Señalaba el esposo engañado que ya con la mayoría –lo garantizaban los velados amantes- les quedaba de un pelín el asunto y resuelto el tema podrían comenzar a invertir en los terrenos y hacer de la compañía la mejor y más grande de Colombia. Afirmaba que ya tenían maquetas y diseños de construcciones monumentales en las que había participado directamente para que en aquellos terrenos ubicados en los mejores sitios de Bogotá se levantaran grandes torres de edificios con restaurantes en las terrazas. Finalmente esta infidencia dejaba claro que detrás de las triquiñuelas de Ratta había un proyecto a gran escala donde todos invertirían pasando por encima de los derechos de algunos dueños.
No obstante, el pequeño detalle no anticipado por la estrategia de aquellos locos soñadores era que las cosas no les pertenecían. Suponer que las víctimas se quedarían cruzadas de brazos era una apuesta arriesgada pero bastante ingenua, aun para quienes como ellos probarían con sus actuaciones qué con sagacidad, mentiras y dinero, nada les quedaba grande. Pero en ¿qué parte de los planes había quedado el esposo enfurecido contando a diestra y siniestra la clase de mujer que le había tocado a la que tildaba por todos los rincones como la lacra más grande Colombia? y ¿el infartado más vivo que nunca luchando valientemente contra todos? o ¿las oposiciones viscerales como las que ya se presentaban entre las hermanas Yanacona víctimas del robo, especialmente Antonia que todavía ignorante de esta asamblea ya se veía venir como una gran molestia? Tenía que ser que Ratta o no tuvo en cuenta estas variables o las minimizaba. Pero éstas se fueron presentando o ahondando y la celebración de lo obtenido en esta asamblea del año 2010 duraría poco.
Desde luego cuando Ratta anunció en la asamblea que la composición accionaria había cambiado lo decía emocionado. El plan había salido tal cual fue planeado. Las mayorías para la toma de las decisiones se lograban con el 51% del capital social y la familia Yanacona había logrado sumar entre las acciones indebidamente representadas de la sucesión del padre y las recién adquiridas por la compra a los Cantor, el 62,49%. Adicionalmente, la hija nacida por fuera del matrimonio del señor Cantor que lejana de sus hermanastros no había querido vender, estaba comprometida para alinearse con las dos hermanas Yanacona. Naty le decían con fingido cariño por lo que tenían garantizado el 66.66% para votar todas las reformas estatutarias que se les diera la gana en pro del resultado final: quedarse con toda la empresa. Definitivamente, fue en aquella asamblea que comenzó el festín: Ismael Ratta Machiavellian representaría a la viuda Yanacona por cuenta de sus recién adquiridas acciones y su hija “la aprendiz de las mañas del padre” representaría a Magalí Yanacona.
De nuevo se dejó la falsa constancia de estar debidamente tramitados todos los poderes y de nuevo la constancia de estar presentes todos los accionistas. Los amantes que para estas reuniones ni se miraban porque ante todo el “profesionalismo” se nombraron presidente y secretario de la asamblea liderando con la hija de Ratta lo que sería una reforma estatutaria diseñada a la carta y aprobada por las nacientes mayorías. El gerente Pedro Cantor a quien habían sacado bajo amenaza de un carcelazo si no se salía de la empresa, presentó un breve informe que fue aplaudido por las mayorías. Corina preguntaba por saldos, CDT’S, gastos sin respaldo, gastos administrativos elevados, pagos millonarios de dineros para los miembros de las juntas directivas, pero… a todas sus preguntas se le respondía que los dineros habían sido usados en el desarrollo de los fines sociales y cuando la pregunta no se podía responder con esa frase por el padre, intervenía la hija que callaba a Corina exigiéndole se abstuviera de hacer manifestaciones o comentarios que pusieran en duda la imparcialidad de la administración, de la integridad de los contadores o de los revisores fiscales. Ratta tenía cogida la reunión por los cachos y le daría mayores razones a sus clientas para confiar en él. Ni se diga de su amada Gertrudis quien se podía dar por satisfecha, si algo tenía en su vida era ¡abogado!, ella que en tantos líos se metía era la dueña furtiva del corazón de un héroe de la triquiñuela ¡vaya éxito! Pero ¿Qué más podía ella pedirle a la vida? Por el lado de Pedro Cantor bien podía sentirse tranquilo pues lo prometido a cambio de la entrega de las acciones le sería cumplido y ni una mancha tocaría su administración pese a que era de público conocimiento que las finanzas daban en saldos rojos por cuenta de sus robos.
Así las cosas, la reforma estatutaria comenzó afianzando los puntos neurálgicos: aprobaron subir las mayorías al 56%, unos punticos que nada les significaba pero daban apariencia de querer ser más equitativos e incluyentes. Se revivió el derecho de preferencia que al ser eliminado por los grupos Cantor y Páez le habían permitido a Ratta hacer la jugada maestra de comprar acciones por debajo de la mesa sin avisarle a nadie. Sin embargo, no se revivió de cualquier manera, hubo mico. Era una mixtura perversa de derecho de preferencia. Si acaso algún accionista quería negociar sus acciones debía someterse al derecho de preferencia con toda rigurosidad pero no estaba obligado a respetarlo si la enajenación se daba a favor de Gertrudis o una nueva heredera Yanacona que aparecía por primera vez en escena, la señora Candelaria y su esposo Abdón. Si la enajenación era para alguna de estas personas, quedaría obsoleta cualquier cláusula legal o estatutaria que impidiera enajenarles las acciones directamente. En otras palabras, ya comenzaban a sumarse otros herederos de la familia Yanacona con parejas incluidas, lo que evidenciaba que detrás de Ratta se movía una larga fila de interesados en el macroproyecto que se habían propuesta sacar adelante en los terrenos de propiedad de la compañía que eran varios, pasando por encima del que fuera. Desde luego, no se trataba de una mera suposición, pues la evidencia mostraba la realidad corroborada años después por el exmarido de Gertrudis.
Aprobado este mico, el gerente señor Pedro Cantor presentó su renuncia según lo acordado. Ratta sugirió para el empalme transitorio de la gerencia de la compañía a su amante, Gertrudis, quien fingió no haber escuchado para no parecer interesada en algo previamente planeado. La hija de Ratta que sobra aclarar no conocía la relación entre su padre y Gertrudis, votó aprobando el nombramiento, pero… para parecer diligente dejó claro que cuanto antes debía convocarse a la junta directiva con el fin de nombrarse un gerente definitivo ¿Qué hubiera hecho si para ese momento hubiera estado al tanto de que aquella mujer cuyo nombramiento aprobaba pasaba antes o después de las reuniones por los brazos de su padre? La ingenua Corina algo alertada y molesta, propuso que para mayor transparencia su nombre fuera tenido en cuenta para ese empalme, pero de inmediato saltó Gertrudis que minutos antes no sacaba su mirada de la libreta de apuntes fingiéndose distraída y manifestó tajantemente que no estaba de acuerdo aunque agradecía el ofrecimiento. Sobra decir que por mayorías quedó Gertrudis de gerente transitoria. Para este año 2010, no iban quedando dudas de la forma como habilidosamente lograban apoderarse de la empresa y todo era gracias a Ratta, un hombre que con el paso del tiempo y de manera definitiva se volvió irremplazable para las Yanacona. Estas mujeres no defendían el patrimonio del padre, querían quedarse con el patrimonio del padre que eran dos cosas bien distintas.
Ratta continuaba con los cambios y propuso eliminarles a los accionistas la posibilidad de hablar con los empleados restringiendo esa libertad únicamente a quienes ejercieran cargos de dirección y/o administración. Tal y como se vería al finalizar la reunión solo y únicamente estarían en cabeza de la administración los Yanacona. Es decir, por estatutos aprobados por la mayoría, se le impediría al socio fundador que una vez levantado de su cama de convaleciente pudiera hablar con sus empleados de toda una vida empresarial entregada a la compañía. “Los Guaduales” había logrado mantener estabilidad laboral y los empleados querían mucho a sus viejos, a esos hombres que 40 años atrás habían creído en ellos y fue al lado de ellos que algunos se hicieron hombres, compraron sus viviendas y vieron crecer a sus hijos. ¿En qué cabeza cabía prohibirle al socio fundador de la empresa hablar con sus empleados? Solo unos advenedizos podían haber sugerido tamaño despropósito. Esta cláusula inicua e inocua pretendía que al señor Páez le quedara claro que estas jugadas tramperas de las que era víctima debían quedar sepultadas en el silencio. Nadie, especialmente los empleados, se podía enterar de la forma como ahora se movía la administración de la compañía. La desobediencia a esa estipulación -quedó escrito en los estatutos elevados a escritura pública-, se sancionaría rigurosamente mediante la aplicación del procedimiento sancionatorio que por reglamento interno se establecería por mayoría en esa empresa.
Es de recibo aclarar en este punto que estando el señor Yanacona en su cama del hospital con un cáncer terminal, en una oportunidad exigió la presencia de sus hijas Antonia y Magalí para delegar en esta última por petición expresa de la madre, la representación de toda la familia ante la empresa mientras se decidía la sucesión. Fueron los dos únicos puntos de esa reunión los siguientes: respeto y acompañamiento solidario para su socio y amigo el señor Páez y unión y protección para todos sus hijos por partes iguales. Magalí nunca honró lo prometido ante el padre estando a escasos días de partir de este mundo y tal vez, precisamente por eso, algún día se definirá en correspondencia su suerte final.
También sugirió Ratta eliminar para todos los empleados los derechos que hasta el momento se les habían conferido por los viejos fundadores a todos sus colaboradores -sin excepción- para la obtención de descuentos y/o beneficios de consumo en los puntos de venta y de nuevo fue aprobada la propuesta por la mayoría.
Pero como si esto ya no fuera suficiente llegó la perla de la corona que Ratta había dejado para el final. Él apoyado por Magalí señalaron que ante la nueva composición accionaria se hacía necesario reformar el número de miembros de la junta directiva de la empresa que debía aumentar -según su parecer- de 3 a 4 lo que fue aprobado por la mayoría. Hasta ese momento eran 3, uno de cada grupo familiar por lo que el señor Páez tenía asegurada una silla en ese órgano de administración. Los miembros se elegirían por cuociente electoral, sistema complejo de elección para quien no lo dominara. Corina era una ingeniera que desconocía absolutamente todo de ese tema pero así lo hubiera conocido estaba fuera del juego hacía rato. Ratta sugirió a los asistentes –como si fuera absolutamente imparcial y nada urdiera a las espaldas de Corina- que presentaran sus planchas a efectos de poder hacer la elección de los miembros de la junta, sabiendo que ya estaba claramente determinado entre ellos como quedaría integrado ese órgano social.
La nota curiosa la pondría Gertrudis cuya plancha incluía el nombre de Corina para hacerle creer que ninguna animadversión encerraba aquella votación. Pero la realidad era que el juego de la apariencia se jugaba bien por estas abominables personas y se podía concluir que se entrenaban porque sin necesidad de mirarse mutuamente, actuaban de manera coordinada. Primero garantizaron por mayoría el número de miembros de 3 a 4 y después ya entregadas las planchas Ratta dio el resultado final: según los estatutos y de conformidad con las planchas, dijo, la junta directiva quedaba integrada por Abdón el esposo de Candelaria Yanacona que para ese momento no podía figurar en ningún cargo administrativo por una sanción de la Superintendencia Financiera que la inhabilitaba por 10 años incluso para tener cuentas de ahorros; de segunda finalista quedaba su representada la viuda de Yanacona, señora Norma Parrado y en los puestos restantes quedaban las dos hijas de la viuda, las señoras Magalí y Gertrudis Yanacona. Como suplentes ¡Oh, qué maravilla! Quedaron Ismael Ratta Machiavellian y su hija Luna María Ratta Mendieta.
Corina evidentemente molesta explicó que no dominaba el procedimiento de la votación por el sistema de cuociente y quería retractarse de su plancha, pero Ratta le negó la petición-como no podía ser de otra forma, dado que todo estaba planeado y no estaba en la agenda modificar algo que había salido perfecto incluyendo la timada de Gertrudis a Corina con su plancha tramposa- pero Ratta era Ratta. Riéndose para sus adentros quiso darle una oportunidad a Corina y le propuso que si quería promover como punto del orden del día la remoción de la junta recién nombrada bien lo podía hacer pero era su deber como abogado advertirle que ese punto debía ser aprobado por… la mayoría. Corina entendió rápidamente que ella y su padre estaban literalmente por fuera de la empresa que éste había fundado con su amigo el padre de los Yanaconas 40 años atrás.
A partir del año 2010 comenzaría una batalla a diestra y siniestra contra los Yanacona y su venerado Ratta que Magalí presentaría una y otra vez exculpándose ante los empleados con un: queremos luchar por ustedes y somos los continuadores del trabajo de toda una vida de nuestro padre, pero no nos dejan trabajar en paz. Ella se refería a las demandas que una tras otra les comenzarían a ingresar echando de menos como era su constante, la responsabilidad que llevaba en el resultado. Magalí superaba en habilidad de expresión a su compañera Gertrudis pero tenía un grave defecto: convertía mentalmente la causa en consecuencia por lo que era incapaz de entender su culpa y la responsabilidad de su actuar. Era una mujer que únicamente veía la paja en el ojo ajeno, pese a cargar en el suyo propio una gigante viga.
Pero aún faltaba ¡quién lo creyera! algo más. Se adjudicaron los cuatro Yanacona honorarios de nueve millones de pesos ($9.000.000.o) mensuales cada uno. Es decir, pasarían a usufructuar solamente por ser miembros de la junta directiva la viuda de Yanacona, sus dos hijas y su yerno, treinta y seis millones de pesos mensuales ($36.000.000.o). Bajo la figura legal de la junta directiva pese a las irregularidades con las cuales se había integrado la asamblea al estar en contra de herederos y decisiones del juez de familia representando indebidamente el 33,33% de todo el capital social esquilmarían a la empresa. Sin embargo, marcando una diferencia con Pedro Cantor lo harían de frente bajo figuras en apariencia legales. Ratta había triunfado. Los amantes fingiendo cumplir con una cita se separarían del grupo durante la tarde y celebrarían juntos en un hotel de la ciudad para después encontrarse con todos los interesados en el recién inaugurado Andrés Carne de Res del Centro Comercial el Retiro convertido en su lugar de encuentro a partir de entonces. El pago de todo lo que pidieran correría por cuenta de las hermanas Yanacona y los esposos de éstas. ¡Ni más faltaba¡ Ratta era un ganador y mucho le había costado obtener el resultado pero lo había logrado y era necesario celebrar como lo hace “la gente de bien” en Colombia.
Advertencia 1.- Estos cuentos fueron escritos a partir de la imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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