Opinión: CUENTOS DE VÍCTIMAS, CLIENTES, JUECES Y ABOGADOS. Clara Patricia Montoya Destacado

LA ASAMBLEA.- Primera parte

El cuarto martes del mes de abril de 2010 estaban en aquella reunión ordinaria de accionistas los convocados: las señoras Magalí Yanacona con sus 1.684 acciones y Soraya Cantor con sus 3.062 acciones asistieron directamente;  la madre de Soraya, la señora Esperanza de Cantor con 16.690 acciones a su haber, se hizo representar por su única hija; otra hija del padre de Soraya nacida de una relación paralela a su matrimonio se encontraba representada por su hermano con 3.062 acciones y hasta acá diríamos que todo parecía normal en esa asamblea, sin embargo, nada era normal. Encontrándose presente el abogado Ismael Ratta Machiavellian cuya habilidad para la trampa no encontraba límites nada podía ser normal en ninguna parte y al menos en el plano legal eso se daba por descontado, pues su lema profesional no confesado pero sobreentendido “Hecha la ley, hecha la trampa” era la señal de su presencia y la razón de ser de su acreditada fama como abogado por lo que se permitía cobrar cifras astronómicas con muchos ceros a la derecha.  

Lo que Ratta prometía lo cumplía siempre y cuando –claro está y era la mayoría de las veces- la administración de justicia estuviera atenta a su llamado cuya respuesta oportuna -sobra aclarar- estaría muy bien recompensada. Dada su acreditada fama,  la garantía de los resultados para sus clientes en los diferentes procesos era una especie de misión visión de su firma de abogados “su sello” personal como Presidente del “pull”, de ahí que tuviera que subir su tarifa por encima de lo normal. Ganar sin tener la ley de su lado era un costo que bien valía la pena pagar para cualquier ciudadano con jugosa cuenta bancaria y Ratta cobraba lo “justo” –consideraba él- por  invertir los valores, tergiversar los hechos, confundir a los jueces o lograr que le torcieran el pescuezo a la ley con interpretaciones descabelladas, dilatar y engavetar procesos o sacarlos en tiempo record cuando se requería un fallo para sacar adelante otro de mayor envergadura pero sobre el mismo asunto y garantizar la impunidad. La gestión se hacía de comienzo a fin y tenía su costo. 

De bulto es aclarar que esta asesoría jurídica solo estaba destinada para aquellos que pudieran pagar, los que no tenían esa suerte, tal vez la mayoría de los colombianos,  estaban condenados a perder sus derechos por más que aquellos estuvieran claramente consignados y protegidos en el papel de los poéticos códigos y la romántica constitución.  La materialización eficaz y efectiva del derecho en Colombia nada tenía que ver con esos gordos e inútiles libracos, tenía todo que ver con el dinero, los favores, las relaciones públicas, el whisky en el club y un largo etcétera de modalidades en los que no vale la pena ampliarse.  

Del abogado Ratta y de aquella reunión de accionistas, diremos que tenía un plan premeditado para que esa asamblea de abril de 2010 saliera como la había tramado a favor de los intereses de sus clientas que no eran otros que apropiarse de  toda la compañía para reestructurarla y proyectarla en beneficio propio con sedes en Miami se les escuchaba decir; otras tantas  en varias ciudades de Colombia y hasta cotizarla en la Bolsa aprovechando que algunas de las hermanas Yanacota conocían los vericuetos de ese mercado, pero, eso sí y acá radicaba el punto frágil, sin que les tocara darle un solo centavo o al menos no tener que pagar sino un ínfimo valor a los accionistas que habían fundado la empresa o a sus herederos, lo que implicaba para Ratta sacar adelante poco a poco una enmarañada telaraña de estrategias, mentiras y engaños cuya operación de filigrana requería la colaboración de todos los implicados. 

Para comenzar Ratta sabía que el objetivo redondo del ciento por ciento con mínimos costos, pasaba por agotar el paso previo de tener las mayorías que sus clientas no poseían para ese 2010. ¿Qué mejor oportunidad que las asambleas y las juntas directivas cuyas reglas de juego favorecen estatutaria y legalmente a los accionistas mayoritarios? Mejor juego, ganador por no decir otra cosa lo llevan los mayoritarios que albergando para los demás accionistas intenciones oscuras están asesorados por  abogados que saben marcar distancia  de la moral y la ética como evidentemente la marcaba  Ratta aunque de dientes para fuera se volcara en discursos moralistas para sus estudiantes de pregrado. 

Así fue como para esa asamblea lo más importante para Ratta y su mayor objetivo era el de comenzar a reacomodar la composición accionaria buscando que la mayoría de las acciones le quedara a sus clientas las hermanas Yanacona,  porque  el juego societario se daba únicamente -según su criterio y razón no le faltaba- con las mayorías. Era el único juego que sabía jugar y el que invocaba en otros escenarios jurídicos aun sabiendo que no era procedente, lo que demostraba su argucia aun cuando no es aventurado afirmar que en ocasiones daba la sensación de ignorar la ley que despreciaba. La estrategia para ese abril de 2010 la facilitaría el abogado aprovechando las debilidades manifiestas que se presentaban con los dos accionistas mayoritarios y fundadores de la empresa más grande de Colombia de abarrotes y licores: uno tenía el 33.3333% correspondiente al  Señor Fernando Páez  y el otro detentaba el 33.3333% que estaba registrado en libros bajo la sucesión del socio fundador el antioqueño y gran señor Gerardo Yanacona -padre de Magalí- aunque el proceder de ésta dejaría probado que nada aprendió de su padre. 

Dos situaciones de esa asamblea respecto de esos dos accionistas, aprovechada una y diseñada la otra, le darían al abogado Ratta unos días después el as de la victoria que celebraría con unos vinos, como se volvió costumbre hacerlo con sus clientes y su amada en cualquier buen restaurante de Bogotá o los domingos en la casa de Gertrudis –hermana de Magalí- donde el ingenuo esposo acostumbraba convocar a mariscadas preparadas por el mismo para facilitar el encuentro que les permitiera a todos diseñar los proyectos futuros por lo que no podía faltar el doctor Ratta quien para no desatender la invitación, acudía a la cita acompañado de su cándida esposa aunque fuera realmente para ver de reojo a Gertrudis. 

Veamos, resultó que el accionista Señor Gerardo Yanacona había muerto nueve años atrás. Pero como quiera que algunos herederos y su abogado -el mismísimo Ratta- hubieran resuelto jugar a la trampa,  el proceso de sucesión se fue a litigio. Así las cosas las acciones por orden del juez de familia no podían estar representadas en asambleas ordinarias y extraordinarias por ninguno de los herederos a petición de los disidentes que podríamos llamar las víctimas de este jueguito de  la argucia que tanto le gustaba a Ratta y que le jugaban muy bien algunos funcionarios de la Rama Judicial de esos menores como los llamados de baranda hasta los superiores llamados jueces, fiscales  y magistrados. Sin embargo, valga la pena aclarar que al doctor Ratta no todo le salía bien dado que había  funcionarios temerosos que en procesos largos lo acompañaba, pero…  hasta cierto punto. Por lo tanto  no todo lo que este abogado pedía,  aunque era poco lo que se le negaba, se le servía a la carta. Por supuesto que había intentado mediante memoriales que la señora Gertrudis Yanacona una de las hijas del accionista -quien además era para ese momento su amante- fuera nombrada como representante de  las acciones pero sobre este punto encontró un “no” por respuesta de parte del Juez de conocimiento de ese proceso de sucesión. No obstante,  este litigio lo desconocían los accionistas de la empresa a quienes se les informaba falsamente que todos los herederos del socio Yanacona estaban  unidos arropando a la falsa representante señora Gertrudis, cuando la realidad era que en el juzgado de  familia sucedían cosas bien distintas y quienes disentían creían –oh  tamaña ingenuidad- que las ordenes de los jueces en Colombia se obedecían a rajatabla y eso las hacía pensar que al juzgado de familia debía llegar todo la información  que en asambleas estuviera sucediendo.  

De tal suerte que para esa asamblea del año 2010, el 33.3333 del porcentaje de toda la empresa equivalente a 24.500.000 fueron representadas por Gertrudis Yanacona como si en el juzgado hubieran avalado los memoriales de Ratta. Ni un solo poder, ni un solo nombramiento del juez, ni un solo aval o documento se le exigiría.  Para garantizar esta representación ahí estaba la labia del abogado con su habilidad para mentir y citar artículos de códigos inexistentes buscando intimidar y arrinconar a sus víctimas con la verborrea propia del palabrero de pueblo aunque bien vale la pena traer a colación que muy pronto dejó de invocar su código personal cuando otros abogados fueron sumándose a las asambleas y avisados de esta habilidad le exigían  desde las pantallas de sus computadores que repitiera el artículo que estaba citando, para consultarlo directamente, sin que Ratta pudiera estar a la altura de la petición formulada por su contraparte. No tuvo más remedio que abandonar esa estrategia. 

Respecto del accionista y socio fundador Señor Fernando Paéz diremos que a comienzos del mes de marzo cuando se cerraba el primer trimestre del año 2010 le sobrevino un infarto que implicó cirugía de corazón abierto y para esas fechas se encontraba muy delicado en el hospital. Tuvo que otorgarle poder a su hija la señora Corina Páez para que lo representara en esa asamblea ordinaria del año 2010. Ratta sabía que el único que podía frenar sus ambiciones y mentiras se encontraba,  a sus 75 años,  en una cama con un pie en el otro mundo y también sabía que Corina jamás interfirió en los negocios de su padre por lo que no sería difícil venderle felicidad donde había mero y bien estudiado engaño.  Todos sabían que era una mujer enteramente dedicada a su fe y muy buena hija pero era mujer nada interesada en este mundo de las argucias y las trampas que era donde se movía como pez en el agua Ratta, por lo que, como se verá después, no tenía el olfato que exigía la situación y no podía por lo tanto anticipar la encerrona que le tenían preparada. 

Por otro lado y no menos importante,  el gerente de la empresa -una sociedad anónima- era otro hijo del señor Cantor -el tercer socio fundador que había muerto 30 años atrás-  hijo conocido por dicharachero y despilfarrador había convertido la próspera empresa en su caja menor, tan próspera que pese al paso de todos estos sujetos, daba y daba dinero. Se sabía que bajo esta gerencia el capital se desviaba voluntariamente o  se perdía por errores de administración. También era conocido que tenía acciones en la compañía pero estaban camufladas bajo la titularidad de su  madre, la señora Esperanza de Cantor, porque ante un divorcio litigioso que lo envolvió para esas fechas, no quería rendir cuentas ni verse obligado a cumplir con inmerecidos beneficios para su ex a quien solo se le debía haberle aguantado por más de 10 años su vida de niño consentido, sus infidelidades y haberle dado dos hijos. En aquel momento al caer en cama el señor Páez, la familia Cantor fue enfrentada de inmediato por el abogado Ratta y sus clientas. La encrucijada se les planteó en los siguientes términos: “Ustedes deciden, se va Alfonso Cantor de la gerencia y entregan las acciones o metemos  a la cárcel a Alfonso Cantor”. La familia Cantor decidió –sin mayores disquisiciones, no valía la pena dar pelea ante la evidencia probatoria- decidió, repito, abandonar la gerencia y vender sus acciones. 

Empero, al parecer, lo de  concretar la negociación del valor y la forma de pago les tomó tiempo cuando era precisamente el recurso más valioso que Ratta no tenía a su favor y no había a quien pagar por ampliar o negociar ese recurso. Por un lado, la asamblea ordinaria según estatutos y la ley debía celebrarse dentro de los tres meses siguientes al vencimiento de cada ejercicio y alguien podía llamar la atención sobre el paso del tiempo sin que se hubiera convocado oportunamente y, por el otro, los tiempos ya no daban porque el infartado podía revivir y exigir su presencia en la asamblea o peor todavía, podía morirse corriéndose el riesgo de que se abriera en otra de las familias fundadoras un nuevo proceso de sucesión con tan bajo fondo y de perfil estercolero como el que se sobrellevaba por parte  de la familia Yanacona donde unos herederos no se querían dejar robar sin dar la justa pelea por el reconocimiento de sus derechos.  Sin embargo, el tiempo demostró que ninguna familia fundadora de la empresa “Los Guaduales” era igual o parecida a la familia Yanacona. 

Tenía que ser que  la negociación les estaba implicando debate por lo que marzo llegó y pasó sin son ni ton y fue solo hasta comienzos de abril cuando finalmente el abogado Ratta,  quien para ese momento además de sentirse parte de la familia Yanacona por su  vínculo con una de las herederas tenía  intereses y expectativas sobre los macroproyectos que se veían venir, consideró que estaba lista la negociación preliminar para poner a marchar su plan. A nadie le importó ni reparó en los estatutos ni la ley que establecían que esa reunión debía celebrarse dentro de los tres meses siguientes al vencimiento de cada ejercicio, es decir ya en enero o en febrero o en marzo. El único que podía y sabía estaba en la cama de un hospital. Nadie era abogado ni creía que lo necesitara, nadie quería perder el tiempo leyendo los estatutos y les bastaba que se los murmuraban o simplemente les dijeran donde firmar. Ratta ya andaba por libre sabiéndose seguro de lo que estaba logrando bendecido por el anuncio que aseguraba  que el socio fundador estaría algunos meses adicionales bajo cuidados que le implicaban especialmente no tener disgustos ni grandes ni pequeños. 

El panorama le daba al abogado un rango de movimiento que no desaprovecharía. Tenía de su lado a Magali y Gertrudis;  tendría la mayoría accionaria para votar, de concretarse la adquisición de las acciones de la familia Cantor aunadas a las acciones indebidamente representadas de la sucesión de la familia Yanacona; tenía diseñada la estrategia y el compás en el que se manejaría la asamblea que conduciría directamente él ayudado más adelante por su hija;  entendía la necesidad de manejar la mayoría porque si bien le tendrían que pagar a los Cantor algún dinero, la familia Páez antes unida a la hora de votar en asambleas a la Cantor representando el 66,6666% de todo el capital social, dejaría de tener poder al pasar a ser la minoritaria y en el camino saldría de la empresa-eso lo podía dar por descontado- sin un solo centavo cuando los Yanacota transformados en los dueños mayoritarios capitalizaran la compañía. Todos estos planes se podían conocer porque si bien Gertrudis Yanacota era exitosa en sonsacarse hombres casados que lo dejaban todo por ir tras sus faldas –para la muestra el abogado Ratta-, era también propensa a evidenciar sus planes  los cuales daba por sentados sin tener todavía la propiedad de las cosas.  Por otro lado no menos importante, no se vislumbraba oposición al interior de la familia Yanacota para esa asamblea, porque Ratta y sus clientes se habían convertido en habilidosos seres del engaño y del camuflaje y tenían a buen recaudo la consigna de no levantar sospechas instaurando la regla de oro según la cual mientras en la empresa nadie se podía enterar de lo que acontecía en el juzgado, en el juzgado nadie se debía enterar de lo que sucedía en la empresa.

Aunque  era arriesgado el plan, el infarto del señor Páez les había abierto una oportunidad irrepetible porque a manera de un as en la manga de altísimo valor que Ratta se tenía reservado para dar la estocada, los herederos de la familia Cantor y el señor Páez un año antes en una asamblea votaron unidos para retirar de los estatutos el derecho de preferencia lo que a Ratta le permitió negociar bajo la mesa sin que sintiera –que no lo sentía ¡ni más faltaba¡- ningún impedimento moral o ético que lo obligara a comunicarle a la familia Páez sus proyectos respecto de la empresa que Don Fernando había fundado con su amigo el antioqueño Yanacona 40 años antes. El señor Páez podría seguir tomando el reposo que se merecía y al regresar –si acaso regresaba- encontraría que la familia Cantor había desaparecido de la composición accionario y por lo tanto se encontraba envejecido y totalmente solo en posición minoritaria. 

De manera que lo único que quedaba pendiente era la puesta en escena y ya estaba establecido por Ratta que esa comenzaría –se necesitaron un par de semanas o más- la última semana de abril de 2010 por lo que cumpliendo ahora sí con los estatutos en lo pertinente según sus criterios,  convocó dentro del plazo señalado  como si de una reunión ordinaria se tratara por aquello de que ante todo y por encima de todo, Ratta siempre le daba a sus gestiones apariencia de legalidad cumpliendo para ello con las meras formalidades que le permitieran revestir de veracidad la oscuridad de su entraña. 

Le dedico estos cuentos  imaginarios a manera de acto de contrición -por lo que a mi corresponde-  a mi Padre muerto hace ya casi 20 años. El tiempo probó que sus hijos no éramos todos iguales y esa diferencia nos exculpó a quienes no caímos después de su muerte en la tentación de mancillar su nombre por ambición y codicia arrastrando con esa decisión a otros hermanos, cuando el legado que nos dejó nuestro padre nos obligaba a honrarlo. 

Advertencia.- Estos cuentos son el resultado de la imaginación, cualquier parecido  con la realidad es pura coincidencia. 

 

 

 

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Modificado por última vez en Miércoles, 09 Junio 2021 08:18
Clara Patricia Montoya Parra

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