En la Universidad del Sinú, desde su fundación hace 41 años por el Dr. Elías Bechara Zainúm, se ha considerado siempre que el principal objetivo y la razón de ser de su actividad residen en la formación de los futuros profesionales.

 

¿Eso qué significa? Que los educadores no solamente debemos obrar en el campo del conocimiento, o en la función de instruir y preparar a los estudiantes en las diferentes disciplinas intelectuales que necesitarán dominar en el futuro como egresados, sino que habremos de empeñarnos en moldear, con arreglo a unos valores y principios, la personalidad, la rectitud y el carácter de nuestros  discípulos.

Las escuelas, los colegios y las universidades no constituyen solamente ámbitos propicios para el aprendizaje, en donde se supone que los maestros enseñan lo que saben, sino que primordialmente y sin perjuicio de instruir, deben formar al ciudadano, desde la más tierna infancia hasta el día del grado profesional, dentro de una concepción humana, con la fortaleza necesaria para cumplir un papel honesto y digno en favor -y no en detrimento- de la Patria y de la sociedad.

 

La genuina educación no es aquella que se limita a una mecánica transmisión de conocimientos. Su función es mucho más alta e importante. La institución educativa adquiere el compromiso –así lo hemos entendido en Unisinú- de entregar al país profesionales bien estructurados en su carrera, aptos para enfrentar los desafíos propios de un mundo convulsionado y los muy variados conflictos existentes –en lo político, en lo social, en lo económico- y los cambios, las crisis y las  dificultades en medio de las cuales, muy probablemente, tendrán que ejercer su profesión. Hombres y mujeres correctos, habilitados para prestar a los demás y al país sus servicios con criterio, con solvencia, con suficiente preparación, pero ante todo, ciñéndose a los estrictos  cánones de la moralidad, la ética, la legalidad, la democracia, el respeto a la dignidad humana y el pluralismo.

 

Estamos convencidos de que, en una época tan difícil como la presente, en que la inversión de valores parece predominar, y cuando se menosprecia la vida humana, se corrompe a la juventud mediante la droga, se desconoce el verdadero sentido de elementos  fundamentales como la libertad, la igualdad y la paz; cuando se extienden la intolerancia, la violencia y la falta de respeto a los demás, es indispensable la formación de líderes capaces y honrados que en el mañana sepan canalizar el destino colectivo; que,  erradicando las malas prácticas y recuperando los postulados del buen juicio,  asuman la conducción de la sociedad y del Estado  colombiano.

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(*) Rector y Decano de Derecho de la Universidad del Sinú en Bogotá.