Llegó la fecha de las elecciones. Una oportunidad, dentro de la democracia, para expresar la voluntad del ciudadano en las urnas.
El sufragio es no solamente un derecho político sino un derecho fundamental, según lo expresa la Corte Constitucional con base en el artículo 40 de la Carta Política.
En Colombia, infortunadamente, se han venido pervirtiendo las costumbres políticas. Hay compra y trasteo de votos; intervención de servidores públicos en las campañas; y mediante las encuestas se distorsiona y condiciona el resultado electoral, desviando la mirada pública hacia unos determinados candidatos, al paso que en la práctica hay campana neumática para los aspirantes que están abajo en las encuestas.
Entonces, es muy discutible que sea en realidad el pueblo el que decida, pues por muchos motivos la votación popular es manipulada, y el llamado “voto útil” genera resultados ajenos al contenido de las tesis, propuestas y antecedentes de los candidatos. Con esto quiero decir que un candidato puede ser muy bueno pero, si no logra una figuración importante en los primeros puestos de las encuestas, prácticamente desaparece ante los electores, que votan por el que gana en esas mediciones y no por programas, ni por las calidades de los aspirantes.
Contra todo eso, la única manera de reivindicar la auténtica y material participación del pueblo en las grandes decisiones, es votando. Pero votando a conciencia y examinando las propuestas y proyectos de todos los candidatos; comparándolos. Y, en un acto de higiene mental, votar no con el criterio del voto útil sino con el de escoger a los mejores. A los realmente mejores.